Una de las primeras cosas que me han disgustado en estos dÃas de prematura electrolización es la retórica tibia, plebeya y negociante de los candidatos a la Presidencia del paÃs; retórica popularista.
La polÃtica es lamentablemente un pacto con el demonio y para sentirse bien en ella es preciso saber que te puedes atragantar con anfibios. Pero nunca hubiera imaginado que en los mismos cÃrculos opositores se pudieran urdir componendas que parecerÃan estar reñidas con eso que tan rabiosamente defendÃamos ayer: el 21F y la democracia. Ahora bien; las concesiones y los arreglos son bienvenidos, tienen que existir; de lo contrario la polÃtica serÃa impracticable, porque a pesar de que estemos apuntalando un gobierno de ciudadanos, la polÃtica es el arte de lo posible, el arte de las decisiones y, según Ortega, el arte de los resultados. Y para que haya todas esas cosas, las alianzas y los pactos con personas, corporaciones, instituciones y partidos se hacen indispensables.
El querer congraciarse con un progresismo social que parecerÃa perder fuerza dÃa tras dÃa, es perder anticipadamente una batalla. El MAS parece haber comprendido la premisa, pues con mucha inteligencia ha construido un discurso de dualidades y maniqueÃsmos, como lo hicieron en su tiempo el MNR y el partido de los bolcheviques.
Y asÃ, el discurso de un buen candidato a la Presidencia del Estado debe ser un discurso de coraje.
(*) Licenciado en Ciencias PolÃticas
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