Miercoles 07 de noviembre de 2018
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Con el gigante de al lado compartimos una extensa frontera. Es ocho veces más que el nuestro su territorio. Y, sin embargo, al ver que otros se llevaban un pedazo también él hizo lo mismo en 1903. Alberga a algo más de 200 millones de almas. En economía está entre las diez más grandes del mundo. Para más cuenta, es la patria del gran novelista Jorge Amado. Un periodista boliviano, después de visitar, dijo: "Brasil todo hace a lo grande". En asuntos de hoy no actúa de otra forma. Ya se verá.
Repasemos un poco la historia. Al iniciarse el milenio el Partido de los Trabajadores (PT), aun siendo de izquierda, arrancó con el otro pie; incluso guerrilleros de otrora arribaron al poder. El mercado internacional repercutió en su economía y generó un significativo caudal de recursos. El neoliberalismo cedió su campo al ignoto socialismo del siglo XXI y el metalurgista Inácio Lula da Silva se hizo de la presidencia. Corría el 2003 en el calendario.
El poder y la caída, titula un libro de Sergio Almaraz. Lula nunca ejerció el socialismo con la radicalidad del comunismo en otras partes. Estos consejos a Evo ilustran su temperamento: "gobierna para todos y no te pelees con los medios". En un país de desigualdades, dedicó su mayor esfuerzo a combatir la pobreza; en ese empeño logró reducir el índice de la población afectada; se convirtió en una figura de gran popularidad, pero también empezó a proyectarse en su gobierno la sombra de la corrupción. Procesado por varias acusaciones fue encarcelado. Su sucesora, Dilma Rousseff, no tuvo mejor suerte: fue destituida en 2016. La aguda crisis de la recesión no se pudo superar. En 12 años Brasil tocó el otro extremo: a la expectativa siguió el desengaño.