El tremendismo es una cualidad en sí, que caracteriza a los que la practican por exagerar la expresión de los aspectos más crudos de la vida real, que pueden trasuntarse en desgracias y miserias de la política y de la economía. Se trata de una corriente estética desarrollada en España en el siglo XX, y ejercitada por escritores y artistas plásticos, siendo su mayor exponente Camilo José Cela.
El tremendista coloquialmente expresado centra su actividad masoquista en el placer que le produce narrar, difundir o escribir noticias que leídas intelectivamente no son alarmantes, empero, él las exagera según su criterio e interés, pues sería muy inocente no creer que toda exageración tiene implícito un interés subalterno, alcanzando ese nivel irrefutablemente peligroso sin el fundamento de verdad que se obtiene después de una racional comprobación.
Todo ser humano sabe por la conciencia moral que posee trasuntada en la autoridad interior que regula sus actos, que la exageración en todo ámbito de vida de interrelación es perniciosa e ilimitadamente peligrosa si se adhiere como hábito a la persona o, peor causa pavor, desesperanza y hasta pánico al ciudadano inocente y creyente de la fidelidad de las noticias.
Cuando este irresponsable ejercicio se amplifica en su conocimiento, y si además se busca maliciosamente su transmisión para que se diluya la fuente que originó esta intencional manipulación de un hecho, de una noticia o de una publicación, genera irremisiblemente pánico.
El número de tragedias que han sucedido por la utilización de la exageración y un criterio inmaduro y malévolo que decantan en la transmisión al prójimo o al público de hechos o noticias deformadas sin previa verificación, es considerable.
Específicamente no existe un articulado en el código penal para castigar la exageración, como otra prueba que no se realizan legislativamente las periódicas revisiones de los códigos que deben actualizarse en función a la evolución de la sociedad y sus diferentes estratos y al deplorable perfeccionamiento del delito.
De todas maneras, se puede tildar de inmaduros e irresponsables sociales y estigmatizar a las personas que obtienen su placer personal con este ejercicio de la exageración, pues se constituye en una falta de solidaridad con el ciudadano por la violación a su tranquilidad y paz interior, imprescindibles para conducir su hogar y desempeñar con futuro cualquier actividad.
(*) Abogado, posgrados en Arbitraje y Conciliación, Interculturalidad y Educación Superior, Alta gerencia para abogados (UCB-Harvard), Derecho Aeronáutico, doctor honoris causa (IWA-Cambridge University, USA)
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