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Domingo 04 de noviembre de 2018

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

Manuel Ascencio Padilla y la autonomía de las Provincias Altas

04 nov 2018

Fragmentos del Capítulo "La Guerra larga - Los Ejércitos Auxiliares Argentinos" del libro OTRA HISTORIA DE BOLIVIA escrita por Mariano Baptista Gumucio (Cochabamba, 1931. Historiador, Académico de la Lengua y Diplomático) La obra fue galardonada con el Premio Nacional de Ensayo "Franz Tamayo" en 1977

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Primera de dos partes

El envío de las expediciones argentinas al Alto Perú, con el fin de rechazar la penetración de las tropas del Virreinato de Lima en ajena jurisdicción y contribuir al derrumbe de este foco reaccionario, en ejercicio de una solidaridad patria, que también animó a las tropas grancolombianas, reunía los mejores atributos de confraternidad y sacrificio conjunto.

Pero malgrado de las buenas intenciones, la actuación de los Ejércitos Auxiliares fue, militar y políticamente, un desastre.

El primer Ejército Auxiliar, estuvo al mando del jurista Juan José Castelli. El General Manuel Belgrano condujo el Segundo Ejército Auxiliar y el Tercer Ejército Auxiliar fue encabezado por el General José Rondeau.

JOSÃ? RONDEAU Y EL TERCER EJÃ?RCITO AUXILIAR ARGENTINO

El general José Rondeau, encargado de conducir el tercer Ejército Auxiliar Argentino hacia el Alto Peru, derrotó a los realistas en abril de 1915 cerca de la Quiaca, en Puesto del Marqués. No obstante, el General Rondeau, a quien sus tropas llamaban "buen José" y "mamá", que todo lo permitía, no persiguió al enemigo. Tampoco tenía con quiénes hacerlo pues sus hombres se hallaban con frecuencia ebrios.

Pezuela y su lugarteniente, Pedro Antonio de Olañeta, retiraron sus fuerzas hasta Oruro. Los montoneros ocuparon Potosí y Chuquisaca, recibiendo cordialmente a los argentinos.

Pero, otra vez, la debilidad de Rondeau consintió en que sus hombres se entregaran al abuso.

En La Plata se reunió una asamblea popular y un nuevo Cabildo eligió a Manuel Asencio Padilla como jefe militar y civil de la capital y las provincias. Padilla encargó las labores de jefe civil al ciudadano patriota Juan Antonio Fernández pero, Rondeau desconoció a la nueva autoridad, designando por su parte al Coronel Martín Rodríguez.

En Potosí se constituyó una Comisión de Recuperación, que se ocupó de confiscar las alhajas y monedas de plata de los habitantes, pretextando que eran bienes de emigrados realistas, con lo que se cometieron graves injusticias y se abrió paso a una desenfrenada corrupción de los oficiales argentinos encargados del acopio.

Durante siete meses, las fuerzas argentinas remolonearon en preparativos de nunca acabar.

Esta pérdida de tiempo de los patriotas fue utilizada magníficamente por los españoles, que se alistaron de modo puntual. Rondeau se decidió, al fin, atacar, y luego de festejos y despedida, sus soldados salieron al norte completamente ebrios.

Pezuela ganó la partida en Venta y Media, y cuando los argentinos viraban hacia Cochabamba, los realistas los sorprendieron en Sipe Sipe, el 29 de noviembre de 1815, terminándolos sin atenuantes.

Se considera este descalabro como el peor de todos los sufridos por los ejércitos auxiliares que llegaron al Alto Perú.

Rondeau logró escapar con dos y tres de sus compañeros, siendo general la desbandada de los sobrevivientes. Así terminó, deslucida y sin gloria, la intención de los criollos de las Provincias Bajas de liberar a las Provincias Altas.

La batalla de Sipe Sipe (Cochabamba) hizo eclosionar el descontento de los guerrilleros que ayudaron con hombres, armas, bagajes y cabalgaduras a Rondeau, el que luego de incorporar a los irregulares a sus regimientos había desparramado a los jefes de las republiquetas, para que no le hicieran sombra.

Si antes las ciudades se volcaron contra Castelli y Belgrano (en menos grado contra esta último, que fue el mejor de los jefes argentinos), ahora el campo se sublevaba contra Rondeau.

Este oficial escribió un oficio a Manuel Asencio Padilla desde La Plata, por donde pasó de retorno a sus lares el 7 de diciembre de 1815, en el que le pedía "redoblar sus esfuerzos para hostilizar al enemigo".

Sin embargo, expresando el resentimiento de los combatientes altoperuanos, Padilla le contestó en tono fuerte el 21 del mismo mes, planteando por primera vez la autonomía de las Provincias Altas.

La carta que se reproducirá en la segunda parte de esta publicación constituye uno de los documentos fundamentales del separatismo altoperuano.

Continuará

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