"Yo no soy un tránsfuga, el tránsfuga es mi partido", les dijo a los periodistas, sin que se le mueva un solo pelo en la cara, un diputado del extinto Congreso Nacional, cuando era consultado sobre el proceso que le seguía su tienda política, la Nueva Fuerza Republicana, luego de que éste le cediera sus votos al Movimiento Nacionalista Revolucionario, a fin de que este último pueda hacer quórum y logre aprobar una de las tantas leyes que nacieron en el antiguo Poder Legislativo y que como muchas, estaba pensada sólo en unos cuantos beneficiados y no en el conjunto de los bolivianos, como debería haber sido siempre.
En la lógica, el asumir funciones de Estado, en cualquiera de sus instancias, al amparo, o siendo parte, de algún partido político, exige, o por lo menos espera, la lealtad a esa facción y el compromiso con sus "principios políticos e ideológicos", ya que se entiende que fue justamente por estar de acuerdo con ellos, que alguien se inscribió a ese partido o al menos hizo campaña por él.
Sin embargo, quien crea esa farsa, lógicamente o es una persona muy ilusa, o definitivamente no tiene la más mínima idea de lo que es la política y su íntima relación con la coyuntura.
En la Argentina hay una frase popular que reza: "Los argentinos podemos ser laboralistas, justicialistas, liberales, de izquierda, de derecha, de centro y de costado, pero en el fondo, peronistas somos todos". En Bolivia, pasó algo muy parecido, a finales de los 70´s, se medían en las justas eleccionarias junto a otras siglas, el MNR Histórico de Víctor Paz, el MNR de Izquierda de Hernán Siles, el MNR Auténtico de Walter Guevara (cuya sigla era PRA), el MNR Vanguardia de Carlos Serrate Reich (cuya sigla era VR-9), cada uno con su visión diferente y muy personalizada de cómo deberían conducirse las consecuencias de la Revolución Nacional, y lógicamente atomizaban entre todos ellos, la voluntad del electorado que en el fondo era nativamente movimientista.
Quienes amamos el fútbol sabemos que uno puede cambiar de religión, de pareja, de partido, de gustos, de nacionalidad y hasta de sexo, pero lo único que no cambia nunca es el equipo al que se le jura lealtad eterna o se le atribuye propiedad desde la cuna hasta el cajón. A menos que, claro, seas jugador y puedas saltar a la vereda del frente sin que se te caiga una media.
En resumidas cuentas, el ser humano, volátil en esencia como es, y libre como el viento, tal cual lo quiso Dios al momento de crearlo, debería tener como derecho inalienable el poder pensar hoy de una forma y mañana de otra con absoluta libertad, sin que ese hecho lo proscriba o lo inhabilite de sus derechos civiles y, no sea señalado como un criminal.
Lo malo es cuando este cambio no responde a un sentimiento de haber podido encontrar en esa nueva ideología un rumbo político, sino la pura y simple angurria de poder.
No estoy escribiendo desde mi noble ingenuidad, de sobra sé que lo que menos tiene la política en Bolivia o en cualquier parte del mundo es ética y moral, pero hay quienes, si la pregonan y practican, y aunque sean los menos, es en honor a ellos que expreso mi pensar, de que uno debería ser libre de cambiar de postura ideológica en cualquier momento, sin que nadie le señale con el dedo.
Muy especialmente cuando es un dedo tan largo, pesado y sin miramientos de ningún tipo como es el dedo del hermano presidente.
Fue durante la conmemoración del pasado 31 de octubre, cuando los mineros celebraban los 66 años de la nacionalización de las minas, en donde, muy a su estilo, acusó al Frente Revolucionario de Izquierda, de ser el partido político más tránsfuga de la historia.
Acostumbrado a como está, de repetir la historia que le cuentan sus asesores entre viaje y viaje y de interpretarla a gusto y conveniencia, tras decir que la nacionalización no fue obra del MNR sino de los mineros (vaya tan somero análisis), se dedicó a hacer una muy antojadiza, rememoración del paso que hizo el partido del finado Oscar "Motete" Zamora, a través de la vida política nacional.
Lógicamente el ataque, muchas veces hasta histérico, que le hacen a la sigla del partido que promueve a Carlos Mesa para la candidatura presidencial, obedece a la necesidad de denostar y deslegitimar dicha candidatura a como dé lugar y para ello se agarran de cualquier cosa, como el tratar de revisar la historia, fijándose en la paja ajena, sin mirar el enorme tronco en el ojo propio.
Dudo mucho que don Evo Morales no lo sepa, pero de ser así, y aprovechando que se quiso meter con la historia del MNR y la Revolución del 52, alguno de sus cuenta cuentos, debería avisarle que, así como los militantes del FRI le dieron su sigla al Sr. Carlos Mesa, siendo estos supuestamente de visiones políticas diferentes, de la misma manera, el año 1987, don David Áñez Pedraza, fue quien le vendió la sigla del Movimiento Al Socialismo al IPSP. En ese entonces, el MAS, era una escisión de la veterana Falange Socialista Boliviana, un partido de ultraderecha y fundado el año 1937, cuyo principio socialista no obedecía a una línea de izquierda, sino al socialismo fascista del Partido Nazi de Adolf Hitler.
Y si desea hablar de transfugio, le daría más de un golpe de sorpresa, saber a qué tiendas políticas pertenecieron sus más estrechos colaboradores y que no tuvieron empacho alguno en pensar diferente, pero actuar igualito, cuando juraron a su tienda política.
En nuestro maravilloso país, tránsfugas somos todos, pero no porque seamos unos veletas o indecisos por naturaleza, pues no se trata de jurar a un solo líder, el dar hasta la vida como lo hacían las SS al Führer, o los Kamikazes al Emperador, mucho menos como los choferes a García Mesa o los gremiales al hermano Evo, para serles fiel hasta la muerte, la mayoría de las veces, de lo único que se trata es de "acomodarse" en cualquier organización que le permita a uno, un espacio en la burocracia estatal donde se pueda ganar el pan del día.
Muchos se aprovecharon de esa situación, es verdad, y muchísimos que entraron con una mano adelante y la otra atrás, terminaron dueños de medio mundo, pero ese es otro tema, la mayor parte de los bolivianos honestos, busca el amparo de un partido para lograr una "pega", y trabajar honradamente dedicando cualquier esfuerzo, chico o grande, en beneficio del país.
Los intentos furibundos por lanzar barro a los rivales de turno, como acostumbran los miembros del actual gobierno, sólo ponen en vitrina la profunda ignorancia sobre nuestra historia y la realidad de un país en el que tránsfugas son hasta los militares, que ayer persiguieron hasta la muerte al Che Guevara y hoy gritan a voz en cuello su comercial slogan, sin que se les mueva ni la calatrava.
(*) Paceño, stronguista y liberal
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