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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Muerte, juicio, infierno y cielo - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
En los Libros Santos, se llaman «novÃsimos o postrimerÃas del hombre», a las cosas postreras que acaecerán al hombre, y son cuatro: muerte, juicio, infierno y gloria.
Los novÃsimos se llaman postrimerÃas del hombre, porque la muerte es la cosa postrera que sucede al hombre en este mundo; el Juicio de Dios es el último de los juicios que hemos de sufrir; el infierno es el mal extremo que tendrán los malos, y la gloria, el sumo bien que poseerán los buenos.
Debemos vivir en esta vida, orientados a la otra, a la eterna, que es realmente la definitiva. En la muerte se separa el alma del cuerpo, el cuerpo va a la sepultura y allà se convierte en polvo, el alma en cambio, constitutivo esencial de la persona, sigue viviendo, en el mismo instante de la muerte Dios nos juzga: «cada uno será juzgado según sus obras» (Mt 16, 27).
Dice San Juan «Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida y los que hayan hecho el mal para la condenación» (Jn 5, 29).
Claro que no todos pueden recibir a la muerte cual Francisco de AsÃs, como a una hermana deliciosa que venÃa a buscarle en nombre del Dios que le querÃa recompensar en ese momento todos los buenos instantes de su vida. Exclamó: «Bendita seas nuestra hermana la muerte corporal». Hay que ser un santo de su talla para recibirle con esa cortesÃa, pero sà se puede educar uno, a esperar recibir la muerte como una liberación de las miserias y sufrimientos de esta vida mortal.
Hay dos maneras de contemplar a la muerte: la de un criminal que nos quiere arrebatar todo cuanto de queridos tenemos en este mundo, o la figura de un amistoso encuentro con Dios, que dará el premio merecido a quien se ha preocupado de vivir la Palabra divina.
Claro que tienen que temer a la muerte con razón, quienes se han alejado de Dios, porque la muerte no serÃa para ellos sino el volquete que los arrojara al fuego eterno.
La pena de daño «consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira» (Catecismo, n° 1035).
Una angustia terrible, una especie de desesperación suprema que tortura al condenado. Al ver que por su culpa perdió el cielo, no gozará de Dios y se ha condenado para siempre. El infierno es el fracaso definitivo del hombre.
El Cielo no se regala a nadie, se merece. La Biblia destila estas cuatro condiciones inevitables: primera: el Cielo hay que ganarlo, Dios es infinitamente bueno y justo, y la regla que ha establecido respecto a la gloria eterna es: un merecerla por el hombre o perderla.
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