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Domingo 28 de octubre de 2018

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Revista Dominical

Tres obras maestras de Melchor Pérez de Holguín

28 oct 2018

Por: Laura Paz Leaño España - Socia de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP) Fotos: Registro Fotográfico Museo San Francisco-Potosí

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Las órdenes religiosas, las parroquias, las hermandades y cofradías y la alta jerarquía religiosa se constituyeron en los verdaderos promotores de los artistas. Algunas de las órdenes masculinas como los franciscanos, dominicos, agustinos o jesuitas tuvieron sus propios arquitectos, pintores o escultores. Las cofradías gremiales y las hermandades tuvieron, asimismo, un papel relevante en la demanda de obras de arte bien porque contaran entre sus miembros a artesanos de los distintos oficios que competían por el lucimiento de sus capillas o altares o bien porque entre los hermanos hubiese comerciantes adinerados o personas pertenecientes a la nobleza local que encargaban obras a artistas de renombre.

Es así que encontramos en la historia de la pintura a aquel hombre que se convertiría en el "Padre del Barroco-Mestizo", aquel que sería conocido como la "Brocha de Oro". Llegó a la Villa Imperial por los años de 1660 proveniente de los hermosos valles de la Villa de Oropeza en Cochabamba, llegó en busca de conocimientos o tal vez, como muchos otros, a conocer la riqueza de aquel cerro lleno de plata. Seguramente no esperaba encontrar el amor en estas tierras, pero así sucedió: unió su vida con Doña Michaela del Castillo un 25 de marzo de 1695 con la cual procrearon dos hijos, Martín y Valentín. También se encontró la partida de bautizo del año 1693 de un hijo natural llamado Pedro años antes de que Melchor se casara. Poco sabemos de su vida en familia, mas lo que nos interesa a nosotros es conocer a Melchor en la pintura.

Melchor Pérez de Holguín fue un hombre que nos dejó muchas interrogantes: ¿cómo empezó?, ¿quién fue su maestro?, ¿en qué momento aprendió a escribir?, ¿dónde murió? preguntas que, al observar la magnitud de sus obras, quedan en la más absoluta indiferencia. Aquellos que lo acogieron como sus protectores, los Condes de Carma, notaron que la habilidad que demostraba al pintar era innata, pero existía un problema: él no estaba consciente de los elementos que integraban un lienzo religioso ni su interpretación. Entonces, los condes decidieron presentarlo ante los hijos del seráfico San Francisco, aquella orden religiosa que hizo presencia en la Villa Imperial en 1547 siendo los primeros en posesionar su templo y convento.

Al observar la habilidad del pintor, los hermanos franciscanos aceptaron enseñarle la simbología religiosa y su interpretación, pero Melchor Pérez de Holguín quedó sorprendido ante la misión y estilo de vida que llevaban los frailes. Por un momento pensó "¿seré digno de estar en presencia de estos hombres santos?". Pero ya que Melchor había encontrado el amor en una mujer, no podía vestir el hábito franciscano así que tomó la decisión de ser parte de la Tercera Orden Franciscana que acoge a familias y están a su servicio. Es así que empieza la devoción por los franciscanos y muchas de sus obras fueron dedicadas a los santos de esa orden.

Se escribió mucho sobre este artista y sus obras, las que se encuentran en museos de Europa y, sobre todo, las que se encuentran en Bolivia; ni qué decir de las que se muestran en los museos de Potosí. Se publicó fotos, detalles y sobre todo interpretaciones. La que más se tomó el tiempo de investigar fue Teresa Gisbert de Mesa, junto a su hijo Carlos Mesa, en su libro "Holguín y La pintura del Alto Perú en el Virreinato".

SAN FRANCISCO

Algunas de las obras de Pérez de Holguín son resguardadas con mucho recelo en el museo y convento de San Francisco de Potosí. Algunas pueden ser vistas pero no fotografiadas y otras solo son para vista de los frailes, otras no pertenecieron originalmente al convento y templo, pero fueron entregadas a los frailes ya que estos servían en muchos templos de la Villa y sus alrededores.

Las obras que más lo representan como artista son las que fueron traídas del templo de San Lorenzo; es decir, "Triunfo de la Iglesia" y "El juicio final", cuadros que pueden ser admirados en el museo de San Francisco, pero no pueden ser fotografiadas por el visitante, así que su inclusión en estas páginas es un verdadero privilegio. En estas podemos observar y entender por qué se le denomina a Melchor Pérez de Holguín como la "Brocha de Oro".

También incluimos una obra que solo ha sido mencionada y nunca mostrada, ya que le dedicaremos posteriormente un artículo exclusivo: la "Peregrina de Quito", un cuadro que los expertos consideran una rareza y muchos ni siquiera saben que existe. Cuando llegan al museo y lo observan, muchos se quedan estupefactos y algunos hasta llegan al llanto.

Conozca, pues, en estas páginas estas tres obras maestras?

La "Peregrina de Quito" es una obra que ha sido guardada con mucho recelo por los frailes franciscanos, y que primera vez dejan que sea publicada, ya que están conscientes de que es hora de que se conozca más de este artista que representa a Bolivia en el mundo entero. Esta obra lleva el año 1732, año posterior al de sus últimas obras conocidas. No estamos seguros de que sea la última pero sí que es la obra que nos lleva a investigar más ya que es un lienzo que encierra un misterio, al no ser característico de Melchor.

Se trata de la imagen de la Virgen de la Merced que Carlos V obsequió, como talla, a Quito y que posteriormente recorrió varias ciudades de América y España, razón por la que se llamó peregrina. Según el cuadro, la imagen ingresó a la Villa Imperial el 23 de marzo de 1732 así que se pintó en una fecha posterior.

La pintó con mucho detalle, pero no la firmó y, más bien, puso el nombre de su nuera que era devota de la Virgen de la Merced.

Se pensó que las últimas obras que firmó fueron la de la colección de los cuatro evangelistas, de 1724, pero la "Peregrina de Quito" es una prueba de que Melchor pintó por más tiempo, tal vez hasta sus últimos días de vida. No podemos saber con exactitud, ya que en sus últimos años de vida se fue de Potosí, y le perdieron el rastro. No se conoce el lugar donde reposan sus restos, pero no cabe duda de que el legado que dejó es hasta hoy incomparable con otros artistas, más allá de la riqueza del Cerro Rico, la Villa tuvo el esplendor de cobijar a los artistas más reconocidos de la época colonial, los cuales hicieron historia con sus obras. Es por eso que Potosí también es conocido como la cuna de artistas.

El "Triunfo de la Iglesia" es una obra de 1706 que cuenta la historia de la religión y nos lleva al pasado con todos sus personajes. En primer plano vemos a Cristo Crucificado, a sus pies la Virgen María y los santos Juanes. Es curiosa la forma como está resuelta la colocación de los doctores de la Iglesia pues van como remeros en una especie de canoa junto a la nave mayor. La nave está rodeada de sus enemigos, entre ellos la muerte que cabalga sobre un monstruo y junto al arco que está sujeta se lee "Muerte Eterna". Al centro flotan los restos de los cuerpos de Arrio, Lutero y otros.

"El juicio final" es un cuadro que el mismo artista llama "mi gran obra maestra" y no queda duda alguna de ello después de observar la magnitud del detalle y la dedicación puesta es esta obra. Es impresionante observar los colores, la dimensión de los cuerpos, el manejo de las sombras y el juego de espacios y escenas que contempla es algo difícil de explicar y contener la emoción. El mismo artista no quiso pasar desapercibido y se hizo un autorretrato en la parte central del lienzo junto a su firma en la señala "se acabó en XXI de diciembre del año 1708". En el cuadro, él se muestra ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor.

Son muchos los elementos que componen este lienzo y necesitaremos de un artículo aparte para interiorizarnos más. En esta obra observamos todas las características de este artista que lo llevaron al éxito; por ejemplo, su escritura, algunas palabras escritas en latín, y lo interesante es que están escritas al revés y necesitamos un espejo para poder interpretarlas. Podemos observar también la perfección de la interpretación religiosa en sus personajes, el conocimiento que obtuvo sobre la historia de la religión y su manera de interpretar. No cabe duda que está bien catalogada como la obra más renombrada de Melchor en los lienzos religiosos.

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