"Mi General, deberÃa darnos la medida de sus pantalones, para que todos los bolivianos a partir de mañana, sigamos su ejemplo y seamos valientes como usted". Eran las palabras de Amado Antelo, un dirigente de los choferes que en una de las mejores lecciones de cómo jalarle el saco al lÃder, tuvo esa muestra de genuflexión máxima, con quien, pisoteando la Constitución, se hizo con el poder por un año, en el que le sobró tiempo para cometer innumerables y variados delitos, que le costaron el oprobio y su libertad hasta el dÃa de su muerte.
Obviamente el Sr. Antelo, lo que hacÃa era enseñar a todos los bolivianos, cómo buscar los favores del superior, rebajando la dignidad al extremo y mostrando una sumisión absoluta, de manera que el lÃder idolatrado, reconozca tanta servidumbre y lo haga digno de alguno de sus favores.
Muchas veces, quienes temporalmente ostentan cierto tipo de influencia y poder, suelen ser envueltos y desenvueltos por la dulzura que engolosinan este tipo de declaraciones o afectos, y humanos como son, caen vÃctimas de esa venenosa miel y sucumben por el ego.
Lógicamente, cuando don Luis GarcÃa Mesa fue extraditado del Brasil y pisó suelo paceño con rumbo a Chonchocoro, ha debido esperar, que todos esos quienes le juraron lealtad eterna y le pidieron la cifra de su cintura, tuvieran la nobleza de devolver gentilezas y asistirlo en su mala hora.
Pero como ello es utópico y los amarra watos abundan por donde vamos, no faltan personajes como aquel funcionario que, al simple movimiento del dedo del lÃder, se hincó para atarle los cordones de sus calzados o mucho peor, como el Alcalde de Achocalla, quien se llegó a hincar ante el Presidente para agradecerle por las obras que habÃa entregado a su pueblo.
Ojalá alguien le avisara a ese burgomaestre, que su "hermano presidente" no le entregó obras ni porque es infinitamente gentil y mucho menos porque es muy generoso con su plata, lo hace porque es su obligación, porque para eso le pagamos un sueldo y que lo hace con la plata de todos los bolivianos, incluidos los de su municipio, a quienes, como su representante, los ha ofendido en extremo al ejecutar tan sumisa y degradante acción.
El reciente jueves, una nueva muestra de pedir y ofertar todo al magnánimo lÃder de turno, dieron los gremiales, quienes disfrutando de los grandes beneficios que les da el Decreto Supremo 3698, en agradecimiento le ofrecieron a su benefactor, "derramar hasta la última gota de su sangre" en defensa del proceso de cambio.
Y no es que yo tenga algo en contra de la gente que sale a la calle a vender lo que pueda y como pueda, ante la incapacidad del gobierno (este y todos los anteriores), de crear fuentes de empleo dignas y estables. Me saco el sombrero por ese ser que se sienta en la calle a ofertar sus refrescos de pepa o tratar de que le compren un kleenex o se ganan un peso con lo que aparezca o se ponga de moda. Esa gente no sólo merece mi consideración y mi más absoluta solidaridad, además que la mayor parte de esa gente, no llega a tener ni 1.000 bolivianos de capital.
Mi bronca es contra quienes se escudan entre estos gremialistas y de paso los explotan, les venden o alquilan los anaqueles o rincones donde deben buscarse la vida, bajo la inclemencia del tiempo y de paso, los permanentes abusos de los guardias de la municipalidad.
Durante el próximo año, hasta que nos vuelvan a convocar a urnas, vamos a ser testigos de este tipo de favores con plata ajena, que el "lÃder de los humildes" hará a cuanto sector pueda comprar para generar votos condicionados.
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