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Domingo 21 de octubre de 2018

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Revista Dominical

La psicosis de Medea

21 oct 2018

Por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas - Abogado, posgrados en Conciliación y Arbitraje, Alta gerencia para abogados (UCB-Harvard), Derecho Aeronáutico, Interculturalidad y Educación Superior, doctor honoris causa (IWA. Cambridge University USA), escritor

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Este personaje mítico del ciclo de los argonautas, huyó con Jasón y abandonada por éste, degolló a sus hijos; lo cual plantea en Derecho la primera referencia para denominar este abominable crimen. Esta leyenda inspiró tragedias a Eurípides (431 a.c), Seneca (sin referencia), y a Cordeille (1635).

Eurípides nació en Salamina en el año 480 antes de Cristo. La representación de las tragedias de Sófocles, despertó notable interés y emulación, de un joven, que, según algunos, igualó la fama de Sófocles y aun la superó. Nos referimos a Eurípides, dotado de un profundo talento de observación y de una originalidad sin precedentes, virtud que le conducía a apartarse de los caminos trillados y abrir nuevas sendas en el arte.

Este filósofo, aparentemente misógino, que fue desgraciado en su hogar, favoreció, en sus obras, muy poco a las mujeres, presentando a sus personajes guiados por ruines móviles y ejecutando actos, ya grandiosos, ya mezquinos. Este singular modo de concebir y estructurar la tragedia, disgusto a muchos de sus coetáneos que desecharon las obras de Eurípides, y echaron de menos la severa majestad de las obras de Sófocles, y la pompa solemne de las propias de Esquilo.

Se le acusó injustamente de artificioso y falto de naturalidad, cuando real y efectivamente era el escritor más naturalista de su tiempo. Sócrates, que era poco inclinado al teatro, no dejaba de asistir a las representaciones de las obras de Eurípides, y poco a poco el público encontró los encantos en las producciones de este autor, que demuestra la profunda evolución que se plasmaba en el arte dramático.

El coro, al que antes le correspondía exponer el argumento casi completo de la obra, fue perdiendo importancia, y ya en las obras de Eurípides se redujo a una especie de comentarista de los sucesos verificados en la escena, como representante de la opinión popular, mas no como narrador de la acción. Este columnista asienta en esta crónica que la importancia del coro fue reivindicada, siglos después, por el propio Ludwig van Beethoven en su inimitable sinfonía novena, también llamada Oda al amor, innovación de este excepcional compositor y concertista que revolucionó la música de ese entonces, recibiendo, como es hábito deleznable en los humanos críticas y halagos, empero, la historia se impuso y elevó a este privilegiado alemán a la cúspide de la creatividad.

Sófocles decía de Eurípides: "Eurípides pinta a los hombres tales como son; yo los he pintado como deben ser." Esta frase aparentemente de censura es, en realidad, un significativo elogio.

Eurípides escribió 84 tragedias según algunos recopiladores, y 120 según otros, de las cuales conocemos hoy solo 19; también escribió un drama satírico titulado El Cíclope.

Entre sus obras citamos: Las Fenicias. Las Suplicantes, Alicestes, Hércules Furioso, Las Heraclidas, Las Troyanas, Hécuba, Orestes, Andrómaca, Ifigenia en Tauride, Hipólito y Medea.

Las representaciones teatrales tuvieron, según nos refleja la leyenda, un origen muy modesto: nacieron en las fiestas de Baco (Dionisio), que se celebraban después de la vendimia y en las cuales era costumbre inmolar un macho cabrío en honor al dios, después los vendimiadores, excitados por la influencia etílica del mosto, se refregaban las caras con las heces y cantaban himnos en alabanza a Baco.

Hacia el año 560 antes de Cristo, Thepsis, considerado como el precursor de la tragedia, recorría las ciudades y aldeas en un imponente carro con varios actores, y desde allí representaba algunos pasajes mitológicos. La parte principal correspondía al coro, pero uno de los actores entretenía al público en los intermedios, relatando alguna proeza de los héroes antiguos.

Medea, obra que analizamos después de la introducción de su género, es representada fundamentalmente por sus siguientes personajes: Jasón, el preceptor de los hijos de Medea, el Coro de mujeres Corintias, Creonte, el Rey de Corinto, La nodriza de Medea, Egeo, el Rey de Atenas, un mensajero y los hijos de Medea.

Eurípides nos introduce directamente a la cuestión fundamental de la tragedia, cual es la traición de su esposo Jasón, que contrae regios esponsales con la hija del Rey de Corinto, lo cual refleja un rasgo característico de las obras de este autor: reflejar a los hombres como son.

Se percibe, desde los inicios de la acción que los coros ya no tienen una influencia decisiva en la exposición del argumento, pues a medida que la trama se desarrolla, los coros intervienen solo para reflexionar las actitudes de los personajes, fundamentalmente de Medea, no para dar luces en el argumento.

Medea en sus argumentos y diálogos con las mujeres corintias, refleja la deslealtad de Jasón, exaltando los valores de la fidelidad en el tálamo nupcial. Por otro lado, desvela las significativas ventajas de los hombres de la época; no guardaban la mesura y el control racional a sus pasiones y situaban a la mujer en un orden inferior. Esto es lo que reclama vehementemente Medea (irrefutable defensora de los derechos de la mujer, como el ser más importante de la creación), como una invocación a la justicia y buscando la aprobación de los dioses.

El personaje Jasón, al intentar justificar su acción desleal, con argumentos nada convincentes, fundados en la codicia y en el bienestar, así como en su ansia de entremezclar su sangre plebeya con la real. Eurípides, a quien se le critica que es poco benevolente con las mujeres, pinta aquí un personaje masculino con los clásicos rasgos de la pusilanimidad y el complejo de sentirse inferior y renegar de su casta.

En toda la trama trágica, es meritorio destacar la introducción de muchas innovaciones dramáticas, que son características del autor, como la importancia del análisis psicológico y Medea, en todas las elucubraciones que realiza para consumar su venganza, utiliza ineluctablemente este análisis psicológico.

Se percibe una independencia de los coros, otrora tan importantes en la insinuación del argumento, de la acción.

Un comentario adicional de este columnista que es jurista, se refiere a Medea desde un punto de vista estrictamente jurídico que concibe su plan de venganza contra Jasón, para inferirle supremo dolor, en las personas de su real esposa, el Rey Creonte y sus propios hijos, con una ejemplarizante premeditación, alevosía y ventaja, lo cual puede significar a los estudiosos del Derecho un ejemplo clásico de este hecho doloso, y que sirvió para, con el tiempo, insertarlo en los articulados de códigos penales.

En ningún momento es justificada la actitud del esposo adúltero, pese a los esfuerzos lingüísticos que realiza el personaje en su búsqueda de comprensión ante Medea, con la cual sostiene intensos y enjundiosos diálogos. También esta actitud de Jasón en la tragedia de Eurípides, nos estructura un nuevo delito que es el adulterio que, en el discurrir de los años, también fue motivo de estudio para los penalistas, que hoy en día siempre afrontan dificultades para probarlo.

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