Sábado 20 de octubre de 2018
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Un análisis simplista nos infiere que el ser humano aparece realizado, según sea mujer u hombre, en una diferencia que no se ata a lo corporal, sino que exalta, caracteriza y determina toda la vida anÃmica; pues únicamente en la polaridad de los dos sexos se perfecciona la plenitud de lo humano.
En una forma especial de amor, como el que se genera entre la mujer y el hombre, se sienten llamados ambos a una decisión libre de pertenecerse mutuamente en concomitancia con la aceptación de una comunidad de vida, que se manifiesta incluso en la entrega corporal y sexual; esta comunidad de vida es más original, Ãntima y profunda que cualquier otra forma de comunidad humana.
De este modo se comprende mejor la esencia del matrimonio, si consideramos teleológicamente la diferencia de sexos con sus posibilidades y exigencias de valor (axiológicas), como el ordenamiento propuesto moralmente al hombre, del encuentro sexual, que implique o comporte metas y propiedades que no están encomendadas al arbitrio del hombre. Entre esos fines visualizamos directamente y en primerÃsimo lugar la esencial forma de complemento y ayuda, que solo es posible en la comunidad viviente de amor entre mujer y hombre y en la que decididamente el instinto sexual alcanza su plenitud y descanso.
