Lunes 05 de julio de 2010
ver hoy
He aquí dos ejemplos para llenarnos de gozo por el maravilloso don de la fe, e invocar de rodillas, como se relata en este pasaje, la misericordia divina. Y Jesús, que nos conoce desde siempre, actúa de manera prodigiosa:
-Este es el primer prodigio: “En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá. Jesús lo siguió con sus discípulos… Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: ¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por aquella comarca”.
-Y este es el segundo prodigio: “Una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que, con sólo tocarle el manto, se curaría. Jesús se volvió, y al verla le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer”.
Fuente: LA PATRIA