Eso dijo en los pasados días, a través de la prensa, el cocalero Julio Salazar. Ahora ya no es sólo dirigente del Chapare sino también, simultáneamente, senador del Estado Plurinacional. Tal vez de ahí provenga la arrogancia con que ha proferido la amenaza contra los indígenas movilizados por reivindicar sus derechos.
En las palabras del mencionado Senador hay dos cosas que no están muy claras; ahora puede ser la oportunidad para aclararlas, siempre que haya interés en descorrer el telón de las apariencias y mostrar de una vez la cara de la verdad.
Hasta antes de esas declaraciones, se suponía que los indígenas también eran parte del pueblo, de ese pueblo en cuyo nombre se realiza el denominado “proceso de cambio”. Pero sucede ahora que los de la Cidob y ramas anexas, no habían sido parte de ese “pueblo”. La discriminación es clarísima, porque de otro modo no tendría sentido la amenaza.
También por lógica se infiere que ese “pueblo” del que deben tener cuidado los indígenas, porque “puede levantarse”, son las organizaciones cocaleras del Chapare. Las seis federaciones habían sido el pueblo. Por lo menos ése al que se ha referido Salazar. Pero si no son también parte del pueblo los indígenas, ¿qué serán ahora? Esta es una pregunta que todavía está en el aire, sin respuesta.
El haberlos declarado traidores y enemigos del gobierno a los campesinos de la Cidob los decepcionó de gran manera. Pero lo que más les ha dolido, según el dirigente Adolfo Chávez, es la acusación de que la marcha estaría financiada por Usaid. El propio Vicepresidente les colgó ese sambenito. Los indígenas reaccionaron con indignación y emplazaron al gobierno a que -en prueba de sus afirmaciones- expulse a dicha Agencia en el término de 24 horas. Era dudosa que lo hiciera. Sólo sabe acusar, sin ninguna prueba. Es su estilo.
La otra cosa que nunca se ha aclarado bien es aquella que tanto se utiliza para justificar todo: “el proceso de cambio”. (Con sus demandas los indígenas estarían en contra de dicho proceso). La frasecilla de marras se ha convertido en una especie de fetiche al que todos mencionan de memoria, pero nadie dice en qué consiste. Lo único efectivo es que los productores de coca desplazaron del poder a la clase media, y con el ascenso del dirigente cocalero a la presidencia se ha operado en verdad el gran cambio de actores. ¿Pero qué más?
A menos que el loco afán de volver al remoto pasado, desafiando el curso de la historia, fueran los cambios a que se refieren, no hay ningún otro significativo para anotar. La perspectiva del futuro es brumosa y vacía. La propia denominación “movimiento al socialismo” es una incógnita. ¡A cuál socialismo! ¿Al que se derrumbó hace años en la Europa del Este o al que pretende inducirnos el presidente Hugo Chávez? ¿O acaso al socialismo comunitario, anunciado por el Vicepresidente? Nadie tiene la gentileza de explicar por cuál opción se decidió el gobierno. ¡Mayta purisanchej!
Sólo hay una evidencia. Y es que del tronco matriz con que surgió el MAS a la arena política se van desgajando importantes grupos sociales que antes lo apoyaban a rajatabla. El escenario está cambiando. La verdadera oposición, desafiante y combativa, se generó en sus propias entrañas. Ninguna sorpresa. Es una experiencia histórica conocida.
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