Jueves 18 de octubre de 2018
ver hoy
Confieso que, como nunca, me domina la desesperanza. Y, aunque confieso que esto no es bueno y que hay que perseverar en el esfuerzo de superar desventuras, no logro ver salidas a la tragicomedia que estamos viviendo desde hace ya más de una década. Sé que sentir esto se parece mucho al derrotismo; y que, de alguna manera, cuando alguien sufre el abatimiento, influye -en muchos o en pocos- a que se pierda la ilusión de algún dÃa vivir dignamente. Y lo peor: voy sintiendo la indeseada impotencia de no poder contribuir a que vuelva la sensatez, si alguna vez hubo entre nosotros.
Sé que este drama lo viven muchos, y no solamente en mi Patria; es una desgracia que la comparten, en mayor o menor medida, varios pueblos que se debaten entre el hambre y la dictadura, entre la ignorancia y la imposición; y que están bajo el poder de los sátrapas.
Es cierto que es difÃcil -por lo menos, para mà lo es- avizorar nuevos tiempos signados por la libertad de las personas, por el respeto a la propiedad adquirida con esfuerzo, por la vigencia del derecho a elegir libremente a los que pretenden regir naciones y, al fin, por ejercer el derecho de pensar libremente. En realidad, ya se precisaron las cuatro libertades esenciales: "Libertad de expresión, libertad de culto, libertad de vivir sin penurias y libertad de vivir sin miedo (Franklin D. Roosevelt, 1882-1945).