La trilogÃa Alfileres y Alfiles de Blanca Garnica:
Una especie de laberinto en busca de una salida
14 oct 2018
Por: Márcia Batista Ramos - Escritora
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La literatura boliviana se viste de fiesta, porque el poemario "Los alfileres del cuento", de la poeta Blanca Garnica, sale a consideración del público lector; concluyendo, asÃ, la trilogÃa Alfileres y Alfiles.
Si la lectura del primer y segundo libro de los tres que forman la trilogÃa Alfileres y Alfiles me habÃan encantado, el tercero no ha sido para menos, especialmente, porque tuve el honor de leer el manuscrito.
Un tercer libro que, al igual que ocurre con los anteriores, el tema principal sigue siendo el sufrimiento diario de las mujeres, que está invisibilizado en la sociedad patriarcal -y por ende machista- en que vivimos. Un tema que, de verdad, sorprende que no haya levantado ampollas en contra de la autora, ya que ella no se calla nada, sino que expone las cosas como son; dando lustro, asÃ, al carácter universal que adquiere su poesÃa al hacerse voz de nuestro siglo.
Blanca Garnica siempre conmueve, en cualquier caso. Porque la mayor satisfacción se origina siempre en el contagio del asombro ante algo que conmueve. Porque el asombro es, en sÃ, el origen de todo.
Blanca Garnica sabe, de la sal de la sangre y de las lágrimas, en un mundo dominado por hombres y mujeres que construyen los estereotipos machistas que subyugan a las mujeres, porque Blanca es mujer; porque Blanca es poeta.
Blanca tiene un estilo muy bueno, escribe poesÃa desde el extrañamiento y perplejidad, del dolor e interrogante, mientras hace poesÃa, la poesÃa le construye a ella.
De nuevo, Blanca Garnica, supo cautivar.
"Los alfileres del cuento", a pesar de formar parte de una trilogÃa, puede leerse perfectamente por separado al igual que ocurre con los anteriores poemarios: "Alfileres de plata" (2012) y "Alfileres y alfiles" (2012) y permite, de igual manera, zambullir en su alma de cristal.
Su poesÃa es tan densa y está tan bien escrita que no solo complementa los anteriores poemarios, sino que tiene una personalidad propia.
Blanca no se fragmenta como Alejandra y la niña que fue Alejandra Pizarnik, en donde la niñez y memoria aparecen, como aliadas, como voces de esa otra dimensión que representa el tránsito a la orilla opuesta, al otro lado del espejo; que las hace posibles y las impulsa a dialogar en el origen, en la ilusión del retorno.
El pasado, para las dos poetas, no es sólo un trazo positivo en la lÃnea de tiempo, sino un punto de referencia y de contraste, el espacio del retorno, imprescindible para entender, explicar y aun justificar todo otro momento sea futuro, presente o pasado, que hubo de suceder.
Poeta concisa y singular, cuya obra respondió siempre a las exigencias de su mundo interior, donde la naturaleza, la cotidianeidad y el misterio, se convirtieron en importantes protagonistas.
En su obra no existe un espacio de consuelo porque cada momento está acompañado por el miedo o por la incomprensión. Y su única salvación es la palabra.
Su tono dulce y melancólico es el eco del dolor de la incomprensión y del desencuentro, de los recuerdos, cuya ilusión es la última que nos abandona al pie del sepulcro.
Su escritura es la de quien crea porque no sabe ni puede hacer otra cosa ante las circunstancias que le toca ver o vivir, puesto que, no conoce otro modo de salvarse que no sea el del lenguaje. Aun cuando está segura de que la redención no existe; entiende que la palabra ayuda a transitar por el tiempo y el espacio que tercian entre la búsqueda y el hallazgo, y eso sostiene la existencia y la cordura, eso le impide sucumbir.
Toda persona necesita un espacio de protección y reflexión creativa en su interior. En este espacio es donde habita la deidad y los seres que nos guÃan por el camino del amor, la dulzura y las ganas de vivir. Tal vez, ángeles que nos hacen sentir que estamos protegidos, que nunca nos abandonan. Nos acompañan en todas las situaciones de la vida, en la soledad, en el miedo, en la depresión, en nuestra resignación y hasta en la muerte.
El acto de la escritura para Blanca Garnica, es como ingresar en una especie de "bunker" o una trinchera bien elaborada, para protegerse y salvarse, para ocultarse y acceder; es un espacio de redención, que permite conocerse y comunicar la experiencia e, incluso, la no-experiencia; revelando que no hay nada en el paisaje exterior que pueda compararse con el paisaje interior de la poeta.
Y ella escribe: - "Masticada la idea es un fruto maduro el resultado De los nogales colgará nuestro mundo resucitado".
Total, siempre me sobrecogen esos raros instantes donde realidad y ficción se ordenan o superponen. Y la poeta escribe: - "Sin el alma las piernas desnudas de Pinocho
colgaban de la cama No recordaba su cuarto de juguetes".
Toda su poesÃa es sin excusa, una larga evocación de la infancia interrelacionada con la vida misma, dando a luz a un universo perturbador, poblado de raras criaturas entre las que ella destaca. En fin, es una especie de laberinto en busca de una salida.
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