En otros años la recuperación de la democracia se recordaba como parte de una situación más tranquila, menos tensa. Ahora vuelan otras moscas, como diría un poeta. Se tiene la sensación de que, en vez de avanzar, hemos retrocedido. Por lo menos una cosa es cierta: no hubo renovación de personalidades que quisieran disputar - a mano limpia - el poder político. No para disfrutar de él sino para servir al país.
A nuestro alrededor, en los demás países, la democracia, mal que bien, marcha. Hay alternancia. Nadie se cree providencial, mesiánico o irremplazable. Entre otras cosas, la democracia es justamente la renovación en la rienda del poder. Otras generaciones más jóvenes aspiran también a asumir responsabilidades ciudadanas. Nadie puede coartarles; al contrario, es deber de los más provectos ofrecerles la oportunidad.
La independencia de poderes del Estado es otro indicador de una democracia plena. Cuando se concentra en una sola persona, estamos mal. Eso no es democrático. Una de las garantías esenciales para el ciudadano proviene de la libertad bien entendida. La dependencia es grave síntoma de limitación; ningún precepto normativo funciona con una espada de Damocles encima. La justicia, por ejemplo, puede ser acaso mala en algún caso, pero no hay peor situación que la de estar supeditada a la mano dura de un mandatario déspota y autoritario.
Mucha gente cree o tiene la convicción errada de que la democracia es sólo elegir una autoridad mediante el voto en las urnas. Es, indudablemente, ése, uno los aspectos fundamentales, pero no es la única. La democracia es también actitud, es comportamiento; es una forma de mantener entre ciudadanos una relación comprensiva respecto a las obligaciones y los derechos; sin los bochinches irracionales ni imposición de caprichos. El respeto de la opinión del uno condiciona el respeto del otro. La democracia no reconoce monopolios. El abuso, la exageración no son democráticos. Hasta un gesto de amistad inteligente es democrático.
En el vecino Brasil hay dos personalidades políticas destacables en algunos aspectos específicos. Cuando Lula visitó nuestro país aconsejó gobernar para todos y no pelearse con los medios; es decir, con los periodistas. A su vez la presidenta Dilma declaró cierta vez: "prefiero la estridencia de la protesta en las calles que el silencio de la sumisión". Se refirieron ambos a la libertad de expresión. Es ciertamente - esa libertad - uno de los pilares básicos de la democracia. Bolivia ha pasado por distintos momentos.
Ahora está pasando por uno de esos momentos que desafían. Ya no importa, por ahora, que el oponente sea de izquierda o de derecha o de lo que sea. La consigna de la hora es defender la democracia amenazada. La sola mención de permanencia indefinida en el poder conlleva la intencionalidad de monopolizar el poder. No hay ninguna razón valedera para ello. Los ciudadanos siempre están de paso; nadie es dueño del poder público. Lo público es siempre ajeno y temporal. No reconocer esta realidad es una locura.
(*) Ciudadano de la república
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.