Cada 10 de octubre significa el reconocimiento de todos los bolivianos de que reingresar a la democracia es constructivo y digno. Superar situaciones de gobiernos defacto o dictatoriales es bueno para cualquier país porque retomar la democracia como sistema de gobierno y forma de vida de los pueblos es paso trascendental para la vigencia de las libertades y la justicia.
Lamentablemente, lo que significa vivir en democracia no es ni ha sido entendido por muchos grupos sociales y menos por la misma militancia de partidos políticos que han considerado que democracia implica "subir al poder y aprovechar sus ventajas, ocupar posiciones y asegurarse ingresos". Esta es una realidad que ha primado en la vida democrática de nuestro país.
Muchas veces, por los tropiezos que han tenido los partidos políticos en el poder, empezando por la Unidad Democrática y Popular (UDP) que ganó las elecciones de 1981, no se ha tomado debida conciencia de país y no se ha obrado conforme a los lineamientos democráticos; esta situación dio lugar inclusive a que en algunos sectores circule la frase: "mejor estábamos en dictadura porque, por lo menos, había orden", debido a que la militancia partidista de la UDP creyó que las libertades deberían mostrarse como libertinaje ante los demás y el caos fue la consecuencia, especialmente en el campo económico-financiero que determinó una hiperinflación jamás vista en la historia nacional.
La destrucción de la economía tuvo sus graves secuelas y, como siempre, las sufrió el pueblo; por supuesto, estuvo la presencia de quienes tenían dinero e influencias políticas para jugar con las divisas adquiridas al cambio oficial y venderlas en el mercado negro; ello hizo fortunas y lo hizo, lamentablemente, en quienes no tenían ninguna responsabilidad y sólo buscaban su enriquecimiento y un posicionamiento permanente en situaciones de poder.
La democracia en que vivimos desde el año 1982 muchas veces ha mostrado la poca o ninguna responsabilidad, el mínimo decoro para manejar los asuntos del Estado; la creencia de que "siendo poder se lo es todo y es preciso aprovecharlo" que, respaldado por el "dejar hacer y dejar pasar" no sólo destruyó la economía del país sino a la institucionalidad. Los últimos doce años han sido cruciales y negativos al país porque fue tiempo en que, en pocos años, hubo un auge económico por los altos precios de lo que vendíamos en el exterior. Ese auge implicó el surgimiento de hechos de corrupción y, lo grave posteriormente, es que primó la impunidad porque se obró con absoluta inmunidad y quienes fueron autores de la apropiación indebida de dinero del país gozan de lo mal habido.
En doce años, se permitió la quiebra total de la administración de justicia sin que los otros poderes del Estado - Ejecutivo y Legislativo - puedan o se animen a corregir. En doce años democráticos pudo hacerse mucho y se hizo muy poco y hay problemas que tardarán mucho en encontrar soluciones. Lo positivo, referido a nuestra mediterraneidad, fue acudir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya en busca de una resolución que obligue a Chile a conversar sobre nuestra salida al Pacífico; lamentablemente, el fallo fue totalmente contrario a nuestras expectativas y esperanzas. De todos modos, vivir en democracia por mal entendida y peor vivida por quienes deberían honrarla y administrarla debidamente, es siempre mejor a cualquier dictadura por buenos actos de gobierno que pudiese tener.
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