Hace algunos años, funcionarios del Instituto Nacional de estadÃsticas, hicieron censos de viviendas, sin previo aviso, al margen de censos oficiales de población y vivienda, preguntando por número de habitaciones y de lugares no ocupados de nuestras propiedades.
Los zurdos podemistas, pretenden que los inquilinos españoles se queden como dueños de las viviendas alquiladas, de este modo, el legÃtimo propietario, tanto de empresas como particulares, no podrÃa recuperar en ningún caso su inmueble hasta que la Administración de turno ofreciese una vivienda de similares caracterÃsticas a morosos y «okupas» (el movimiento okupa es un movimiento social que toma terrenos desocupados y viviendas vacÃas temporal o permanentemente, con el fin de utilizarlos como vivienda, guarida, tierras de cultivo, lugar de reunión o centros con fines sociales, polÃticos y culturales, entre otros), dejando al legÃtimo propietario en la más absoluta indefensión.
La apropiación tanto de bienes estatales como si fueran propios, como el aprovecharse de un cargo público para conseguir ventajas económicas, revelan la gravedad suma del pecado de corrupción de los bienes públicos.
Los obispos filipinos señalaron bravamente con el dedo en tres puntos respecto de esta generalizada corrupción:
1ª Condena al ciudadano privado para que se percate de la trascendencia social y religiosa del robo, que es un abominable pecado.
2º Llama la atención a los agentes educadores para que, a partir de la familia, de la escuela y de otras instituciones vayan formando la honorabilidad de la gente, a la que han de inyectar la convicción de que el robo es una estafa a Dios y a la sociedad, y uno de los vicios más repugnantes para toda persona.
Y 3º: se dirige al gobierno mismo para que forme consejos anticorrupción que fácilmente puedan velar sin cobardes concesiones por la administración recta de los fondos públicos.
El Decálogo manda no hurtar y no codiciar los bienes ajenos, y el comunismo niega la propiedad privada.
El socialismo y el comunismo afirman que el individuo existe primordialmente para la sociedad, y debe producir directamente, no para su propio bien, sino para el de todo el cuerpo social.
Con esto, el mejor estÃmulo del trabajo cesa, la producción decae forzosamente, la indolencia y la miseria se generalizan en toda la sociedad. Y el único medio -obviamente insuficiente- que el Poder Público puede emplear como estÃmulo de la producción es el látigo...
«El Estado colectivista, que confisca los bienes de los particulares, está en sana moral, puesto en la condición de ladrón. Y los que reciben del Estado bienes confiscados están en principio, frente al propietario expoliado, como quien se sacia con bienes robados» (Plinio Correa de Oliveira, La libertad de la Iglesia en el estado comunista).
Como habÃa dicho Paulo Coelho: «Cuando un polÃtico de izquierda dice que acabará con la pobreza, se refiere a la suya».
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