Un amigo mÃo, a quien quiero y respeto profundamente, ha dicho que quien se alegra por la sentencia de La Haya, ha perdido los papeles, y es un ser despreciable, tengo que confesar que estoy entre los que se han alegrado, por lo menos un poco.
Me he alegrado, porque si la sentencia hubiera sido favorable a Bolivia, a mi paÃs le hubiera ido mucho peor, el triunfalismo de Evo Morales y el mal manejo de la información respecto a los alcances de ese resultado, hubieran sido desastrosos, porque hubieran sido utilizados en forma inescrupulosa para consolidar la perpetuación de Evo en el poder, con todas las nefastas consecuencias que esto implica y eso no es poca cosa.
Pero hay algo que vale la pena recalcar en esta negra semana boliviana, y es que, si en algún momento la demanda boliviana tuvo alguna oportunidad, esta fue rifada por actitudes grotescas de la gente del gobierno. El viaje a Antofagasta, y la entonación del himno de marras nada menos que por el presidente del Senado, tiene que haber restado mucho a la credibilidad de Bolivia. Toda la parafernalia expuesta ante todo en edificios militares bolivianos o en el Ministerio de Defensa, desdecÃa el espÃritu mismo de la demanda, y es que era reivindicacionista, y pedÃa a gritos una revisión del tratado de 1904, algo que obviamente la Corte Internacional no solo no podÃa tratar, sino permitir.
Sueño con un paÃs racional, que asuma su realidad histórica y geográfica, que no se maree cosiendo una bandera que de tan ridÃculamente larga no se puede hacer que flamee, y que no se sabe dónde ha ido a parar. Ese paÃs se puede construir, y estoy seguro que será un hogar mejor para las próximas generaciones. Ahà está el desafÃo post La Haya, ahà está el verdadero patriotismo.
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