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Domingo 07 de octubre de 2018

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Cultural El Duende

Juan Carlos Onetti

07 oct 2018

Juan Carlos Onetti Borges. Uruguay, 1909 - España, 1994. Escritor, novelista, narrador, poeta y periodista. Inicia su labor literaria en Argentina, publicando en La Prensa, La Nación y el semanario Marcha. Sus cuentos Los niños en el bosque y Tiempo de abrazar (1935) aparecen cuarenta años después. Publicaciones: El Pozo (1939). Un sueño realizado, El obstáculo y El posible Baldi (1940). El álbum (cuento) y Los adioses (novela), 1953. La cara de la desgracia (novela, 1989) es llevada al cine por Pedro Stocky. Recibe el Premio Rodó en 1991. Cuando ya no importe (1993) es considerada su testamento literario.

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Balada del ausente

Entonces no me des

un motivo por favor

No le des conciencia

a la nostalgia,

La desesperación y el juego.

Pensarte y no verte

Sufrir en ti

y no alzar mi grito

Rumiar a solas,

gracias a ti, por mi culpa,

En lo único que puede ser

Enteramente pensado

Llamar sin voz

porque Dios dispuso

Que si Ã?l tiene compromisos

Si Dios mismo

le impide contestar

Con dos dedos el saludo

Cotidiano, nocturno,

inevitable

Es necesario

aceptar la soledad,

Confortarse hermanado

Con el olor a perro,

en esos días húmedos del sur,

En cualquier regreso

En cualquier hora cambiable

del crepúsculo

Tu silencio

Y el paso indiferente de Dios

que no ve ni saluda

Que no responde

al sombrero enlutado

Golpeando las rodillas

Que teme a Dios

y se preocupa

Por lo que opine, condene,

rezongue, imponga.

No me des conciencia,

grito, necesidad ni orden.

Estoy desnudo y lejos,

lo que me dejaron

Giro hacia el mundo

y su secreto de musgo,

Hacia la claridad

dolorosa del mundo,

Desnudo, sólo, desarmado

bamboleo mi cuerpo

enmagrecido

Tropiezo y avanzo

Me acerco

tal vez a una frontera

A un odio inútil,

a su creciente miseria

Y tampoco es consuelo

Esa dulce ilusión de paz

y de combate

Porque la lejanía

No es ya,

se disuelve en la espera

Graciosa, incomprensible,

de ayudarme

A vivir y esperar.

Ningún otro país

y para siempre.

Mi pie izquierdo

en la barra de bronce

Fundido con ella.

El mozo que comprende,

ayuda a esperar,

cree lo que ignora.

Se aceptan todas las apuestas:

Eternidad, infierno,

aventura, estupidez

Pero soy mayor

Ya ni siquiera creo,

En romper espejos

En la noche

Y lamerme

la sangre de los dedos

Como si la hubiera

traído desde allí

Como si la salobre mentira

se espesara

Como si la sangre,

pequeño dolor filoso,

Me aproximara

a lo que resta vivo,

blando y ágil.

Muerto por la distancia

y el tiempo

Y yo la, lo pierdo,

doy mi vida,

A cambio de vejeces

y ambiciones ajenas

Cada día más antiguas,

suciamente deseosas

y extrañas.

Volver y no lo haré,

dejar y no puedo.

Apoyar el zapato

en el barrote de bronce

Y esperar sin prisa su vejez,

su ajenidad,

su diminuto no ser.

La paz y después,

dichosamente,

en seguida, nada.

Ahí estaré.

El tiempo no tocará mi pelo,

no inventará arrugas,

no me inflará las mejillas

Ahí estaré

esperando una cita imposible,

un encuentro

que no se cumplirá.

Para tus amigos: