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Domingo 07 de octubre de 2018

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Cultural El Duende

Borges y la filosofía

07 oct 2018

Emilio Martínez

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Una de las obsesiones capitales de la filosofía contemporánea ha sido la demolición de la metafísica, tarea emprendida con las herramientas del análisis del lenguaje (Wittgenstein) y de la hermenéutica (Heidegger). Curiosamente, será la literatura borgeana el campo desde el cual se retornará lúdicamente la metafísica, celebrando su carácter de inagotable materia prima para la invención de ficciones.

Fernando Báez ha dicho que "Los mejores momentos de la historia del espíritu no son otros que los que refieren la relación clandestina, infiel e indiscreta entre la filosofía y la literatura". Podemos agregar que uno de esos mejores momentos del espíritu es, justamente, el de los textos de Borges.

Es conocido el comentario borgeano de que "la filosofía y la teología son dos especies de la literatura fantástica". Y es que Borges admitió que la antología de la literatura fantástica que había compilado estaba incompleta, por no haber incluido las creaciones de Parménides, Platón, Juan Escoto Erígena, Alberto Magno, Spinoza, Leibniz y Kant:

"¿Qué son los prodigios de Wells o de Edgar Allan Poe -una flor que nos llega del porvenir, un muerto sometido a la hipnosis- confrontados con la invención de Dios, con la teoría laboriosa de un ser que de algún modo es tres y que solitariamente perdura fuera del tiempo? ¿Qué es la piedra bezoar ante la armonía preestablecida? ¿Quién es el Unicornio ante la Trinidad? ¿Quién es Plinio Apuleyo ante los multiplicadores de Buddhas del Gran Vehículo? ¿Qué son todas las noches de Sherazad junto a un argumento de Berkeley?".

El amor por la filosofía fue una herencia de su padre, en cuya biblioteca leyó a George Berkeley, David Hume y Francis Bradley. Durante su permanencia en Europa, Borges aprendió por sus propios medios el alemán. Conoció entonces los escritos de Nietzsche, lo que supuso su acceso a la doctrina del eterno retorno, y a Schopenhauer, cuyo libro central, El mundo como voluntad y como representación, citó cientos de veces a lo largo de su vida.

Otros filósofos le interesaron: Aristóteles, Plotino, Séneca. Son múltiples los intentos por determinar qué tendencia filosófica profesó Borges: para Jaime Rest era un nominalista, platonista para Juan Nuño, panteísta nihilista para Ana María Barrenechea, panteísta spinoziano para Jaime Alazraki.

Entre nosotros, H.C.F Mansilla ha escrito que en Borges aparece "La probabilidad de una arbitrariedad fundamental como rasgo constitutivo del universo. Lo que a primera vista parece ser una amable ocurrencia literaria, burlona y al mismo tiempo inofensiva, resulta ser el compendio de una visión para nada inocua. Su núcleo conceptual reza que en el fondo todo es intercambiable con todo".

Es más plausible creer que no fue adepto de ninguna de estas vías. Borges buscaba sugerir misterios, no explicarlos. Como dijo alguna vez: "Yo no tengo ninguna teoría del mundo. En general, como he usado los diversos sistemas metafísicos y teológicos para fines literarios, los lectores han creído que yo profesaba esos sistemas, cuando realmente lo único que he hecho ha sido aprovecharlos para esos fines, nada más. Además, si yo tuviera que definirme, me definiría como un agnóstico, es decir, una persona que no cree que el conocimiento sea posible".

Borges es, al mismo tiempo, un crítico de los sistemas filosóficos, tal vez porque en éstos la totalidad gira alrededor de dogmas como la idea, Dios o el yo. A ello se refiere cuando afirma: "un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos". En Pierre Menard, autor del Quijote, anota: "No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina filosófica es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo -cuando no un párrafo o un nombre- de la historia de la filosofía".

Para despejar todas las dudas y en diálogo con María Esther Vásquez, Borges puntualiza: "No soy filósofo ni metafísico; lo que he hecho es explotar, o explorar -es una palabra más noble-, las posibilidades literarias de la filosofía". Sin embargo, es obvio que de todas las posibilidades de la filosofía, la que le produjo mayor sorpresa y entusiasmo fue el idealismo.

Fernando Savater ha dicho que "Por ser capaz de convertir los fríos conceptos filosóficos en protagonistas de prodigiosas narraciones literarias; por ser capaz de crear, con los viejos materiales procedentes de la abstracción metafísica, la abrumadora riqueza de sus ensayos, Borges estaría ubicado en una categoría intermedia entre aquellos escritores que piensan por imágenes y aquellos que lo hacen mediante abstracciones. Borges es un peculiar escritor capaz de imaginar abstracciones y de dar vida imaginativa a filosofemas"

* Escritor. Miembro de PEN Santa Cruz.

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