Homenaje de despedida a Zoila Mejía Saavedra de Zapata, pintora por excelencia
07 oct 2018
Por: Marlene Durán Zuleta - Poeta, escritora, compositora e investigadora de la cultura orureña
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Este testimonio sobre un personaje está en la galería de retratos de mi memoria, fueron jornadas interminables de amistad, eran épocas de permanentes exposiciones de un grupo consagrado de pintores, que los denominé trabajadores del arte. Nítidas evidencias se trasladaron con fuerza vital, al Santuario de la Virgen del Socavón, al margen de exposiciones individuales y colectivas, en la ciudad, Bolivia y el extranjero.
Zoila Mejía de Zapata, se destacó y caracterizó por sus óleos, era mujer de vanguardia, su horizonte un cielo azul, cada trazo era exacto y claro, como su generosidad y su alegría.
Así como es un goce para los oídos escuchar o leer palabras mágicamente convertidas en poesía u otro género literario, el arte visual, abstracto y concreto es la pintura.
Un cuadro comunica a través de la expresión de colores ocres e intensidad de tonos cálidos materia compacta, silencio, luz suave, y rasgos que denotan destreza.
Zoila, hizo que estos lienzos cobren vida, sigilosamente pintó con autenticidad la realidad de los habitantes de la tierra, del valle y del altiplano. Catalogada como pintora contemporánea, de gusto exquisito por elegir óleos y acuarelas, mostró y demostró a través de su pintura al hombre, mujer y niña.
Sorprendió a los seguidores, militantes de la naturaleza que admiraron el pincel y la belleza del paisaje que Zoila resalta en sus cuadros. El paisaje se constituía definitivamente en su fuerte, así como el "Sendero" o la "Primavera 1886" de Claude Monet.
Se distinguió por su constancia, desarrollada a lo largo de toda una vida, La Escuela de Bellas Artes de Oruro y La Paz, cursos de especialización en pintura en San Juan de Puerto Rico y los Cursos de Arte en Talleres Libres de Washington y Nueva York, Estados Unidos, fueron estudios cotidianos, una verdadera educación pictórica.
Se autoevaluó y llenó de energía, condensó su trazo seguro y exigente, terminando su trabajo en obra de arte, esa garantía concentrada en describir paso a paso fue logro para recibir distinciones de la Alcaldía Municipal de Oruro, Primeros Premios (Pintura) 1976 (Acuarela) 1978 y (Dibujo) 1979, las preseas se extendieron a la Universidad "Tomás Frías" de Potosí 1979 y 1981.
Sin duda, la paleta visible alcanzó perpetuidad y sutileza a gran escala, la artista con libertad de tiempo consciente de su expresión, trascendió sus planos, reflexionó en sus valores estéticos como digna representante orureña.
Zoila, trabajó lenta, parsimoniosamente, con la seguridad de los efectos posteriores, es decir sus cuadros con estilo ahora cobran vida.
Nuestra pintora, vuelve a la luz donde lo eterno no se empaña, esta pincelada de letras, es tributo a quien otrora fuera la pintora que borró lo negativo, buscó en la noche a los búhos que no eran precisamente rojos como los escribía el poeta orureño Luis Mendizábal Santa Cruz.
Describir a Zoila es descubrir a una niña grande, delicada y afable con los gestos de mimo de su único hermano, que se adelantó en el viaje al misterio, un día cualquiera optó por el silencio y se quedó con la voz apagada sin una gota de agua, sin nada que le convenza que aguardara la partida. Entonces Zoila quedó aferrada a la existencia de su compañero de vida, a los viajes de vez en cuando del hijo que se formó en sus entrañas, esencia de ese nido de amor crecido.
Después, se debilitó la defensa una alteración de los sentidos, confusión interna provocó que ya no fueran dos, se alargó la distancia de los hálitos, de él se apagó, pasó el umbral de la vida espiritual, ella sobrevivió a esa pena, inmenso dolor. Sola en su intimidad ha debido llorar por ese pozo de soledad.
Nunca más conocí si continuó pintando, lirios cerrados o árboles opacos, con largos brazos y desnudos desprovistos de flores, todas formaron una alfombra de hojas secas, el crudo invierno había abierto sus puertas, encontrando a Zoila en la penumbra.
Encerrada en el cuartel de su destino, con una visión mermada de lo que otrora fueron unos ojos grandes y brillantes como aceitunas negras, han debido nublarse en melancolía. Así en medio de la herida no cesó en su historia. Quedaba su estrella que se fundía en su corazón, su hijo único tesoro, habían soñado juntos nueve lunas y el verbo estallaba sin hacer aspavientos, ese amor único que sentimos las madres, es único y vital. Ella ufanaba, elogiaba a Marito.
Una mañana la esperanza de tener al hijo vivo, se truncó. También él murió. Sin rencor por la vida, asumió su pesadilla, su sol se apagó.
Confundida, ya nunca más fue la misma, una daga le atravesó el corazón. Hablé un par de veces, el hilo de su voz había cambiado menos esa palabra efusiva que solía decirme: "niñita".
Transcurrieron los días y sumaron los meses y llegó el día de ir al encuentro de los seres que amó. Llegó la sombra que la envolvió y no alcanzó a decirme adiós.
Otra vez la muerte había consumado con languidez, su existencia se truncó, y quedó dormida, para abrazar al Creador.
Irónicamente, el día que llegó la primavera, viernes de epitafio, fuimos a despedirla antes del meridiano. Guardé mis sollozos para escribir estas líneas y mi quebrada voz.
Zoilita querida, está escrito, vuelves a ser polvo. El trance siempre ronda y está listo como el cazador.
Destacaron en este territorio de misticismo, homenaje de despedida y gratitud, Erasmo Zarzuela, colega incondicional; Finelez Llanque y otros profesores como tú. Estabas rodeada de quienes te extendieron las manos como señal de empatía, Yolita Urquidi de Prudencio, Olga de Jáuregui, Amanda Pimentel, Álvaro Cornejo, los hermanos Guzmán, Miguel y Martha Vidal Zapata de Auza, Gonzalo Gastelú y su esposa Sandra que leyó un pasaje bíblico durante la misa, además de otras personas caritativas que alcanzaron a sentir tu presencia, ánfora de ternura.
Quien se extendió en transportar hasta este santuario para darte una cristiana sepultura fue la esposa de tu hijo Mario (+), Lourdes de Zapata, probablemente sintió un profundo vacío del compañero, que fuera amor y esperanza.
Esa ingrata mañana, tus cenizas estaban guardadas en una pequeña urna, llenaban la mesa, un delicado bouquet de rosas, algún incienso se elevaba en sutil espiral, el retrato te mostraba con una melena corta y una pintura de tu colección, brillaba otro retrato de tres figuras, el hermano (Pepito), tu esposo (Mario) e hijo (Marito), te hacían compañía, también iluminaban unos cirios, en el cielo de este espacio sagrado, está una paloma pintada con las alas abiertas, parecen integrar ese instante de recogimiento el viaje sin retorno.
Después de la eucaristía, me saltó el corazón porque el reloj no estaba suelto y presionaba mi muñeca debía salir, no alcancé a bajar a la cripta donde yacen quienes tú sabes, allí están unidos sin más giros a la vida, ni vientos que alteren sus cenizas, tu dulce familia.
Has retornado a la casa del Señor, sin suspiros de angustia, ni bienes que perturben tu sepultura, otra vez están juntos en lugar sagrado.
Me quedo con el gozo de tener un lienzo que pintaste para mí, y el recuerdo de las tertulias, que terminaban en ataques de risa.
Seguramente has de platicar con otras grandes como tú: Magda Arguedas Villanueva, Agnès Ovando Sanz de Franck y Edith Ocampo Castellanos de Freitas.
Quédate con el signo de las estrellas, en el infinito de la esperanza, en el lirio que se esconde en el camposanto.
Que la paz sea con ustedes que resplandecen, y con nosotros humanos que respiramos aire contaminado, ruido cotidiano de bocinazos - petardos y una cruz que debemos cargar.
Estás en la luz perpetua, sin miedo al túnel. Tu voz grabada en el silencio, musitará la vida del espíritu. Que la fe los mantenga en la vida eterna.
Referencias:
Durán Zuleta, Marlene. Antología de Pintores Orureños y Exposición de Técnicas. Editorial Lilial Oruro. 1987
Durán Zuleta, Marlene. Mujeres Orureñas IV Centenario de Oruro. Primera Edición 2003. Segunda Edición 2006. Editorial Yachay La Paz
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