La resolución emitida por la Corte Internacional de Justicia a nadie satisface. Estamos tristes, pero desde algún sesgo la realidad sonríe. Alguien fracasó en su intento de llevar esas aguas a su molino. Se arriesgó la última opción formal que se tenía. Acumulamos la saga perdidosa: la guerra en 1879 para entregar en bandeja toda la costa del mar. Y en la diplomacia endeble e improvisada, también se perdió. Teníamos la carta jurídica para jugarla, y esa fue la que acaba de perderse en La Haya. Militares, diplomáticos y abogados rubricaron a su turno la frustración.
¿Cuál será ahora la actitud del oficialismo? Los masoquistas han dicho que es una oportunidad y una ventaja; están a punto de agradecer por la derrota. Lo cierto es que el resultado de La Haya debilita cuando menos la aberración de desconocer la voluntad popular de febrero. Eso ya está en limpio y sin vuelta. Desde ese punto de vista, y en términos relativos, Bolivia ha ganado - de esa forma indirecta - la preservación de la democracia. Se negó ese trasfondo político, pero las declaraciones explícitas y también las actitudes observadas tienen su propio lenguaje.
En dos frases puede resumirse el veredicto: Primera, Chile no está obligado a negociar; y luego, fueron rechazados todos los alegatos presentados por Bolivia, con votos de doce contra tres. Ese resultado nos coloca a merced de la voluntad de Chile. Ya adelantó: hablará sobre el tema del mar, pero bajo ciertas condiciones; no estará en discusión la soberanía territorial. La demagogia ha cerrado dos caminos: el del diálogo diplomático y el reclamo del mar por la vía jurídica. El primero puede restablecerse; pero con otro presidente, según ha manifestado el señor Piñera.
Pocos analistas expresaron su disidencia. Una gran mayoría se puso en una línea con el gobierno. Se solicitó que bajo la égida del tribunal se obligue a Chile a negociar la salida soberana al Pacífico. Sin embargo, la palabra "soberanía" anula toda posibilidad de diálogo; por eso fracasó la agenda de los 13 puntos, y volver con eso otra vez, no era realista ni prudente. Lo impecable y perfecto de la demanda diseñada por Bolivia, acabó cayéndose como una torre de naipes. Tal vez se diga que estaban verdes las uvas, como en la fábula de Esopo.
La Haya dejó varias lecciones: mientras dura la batalla, no hay que desdeñar al enemigo. Y lo principal: Bolivia, por no definir una política de Estado ha deambulado por caminos erráticos. Y no hay muchas opciones: un enclave sin continuidad territorial, o por un corredor al Norte de Arica. Chile no escindirá su territorio para darnos paso por el Litoral boliviano. La otra, la más remota, es ganarle en guerra y devolver lo que dijo Abraham König con brutal franqueza: "La victoria es la ley suprema de las naciones".
Por Arica, el asunto es de tres. Perú participaría en virtud del tratado de 1929. Bolivia, en su definición como política de Estado, no debe olvidar que está buscando la salida por territorio ajeno, y tiene una sola ruta posible. Por ahora, es un país aislado y solitario.
(*) Ciudadano de la República
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