Entre muchos yerros políticos y sociales que se cometen en varias naciones que están postradas en la pobreza y el subdesarrollo, están las famosas nacionalizaciones que, por razones estrictamente populistas y demagógicas, adoptan algunos gobiernos y que han servido para "convencer" a los pueblos sobre la "excelencia de las medidas que adoptan en pro del desarrollo nacional".
Este es el gran problema de nuestro país desde el año 2006 en que el gobierno del MAS encabezado por el Presidente Morales, ha decidido adoptar como "medida de cambio" y "sistema revolucionario que permitirá al país abandonar la pobreza e ingresar en los caminos del desarrollo y progreso". Ambas situaciones no han sido más que expresión de una demagogia ajena a lo que el país requería y, mucho más, medidas contrarias al sentido más pequeño de prudencia y de esperanza para captar tanto la confianza interna como foránea.
Las nacionalizaciones dispuestas por el gobierno a partir de mayo de 2006 - pese a que las medidas que pretendieron confiscar o nacionalizar las empresas petroleras que trabajan en el país, sólo se concretaron a un simple cambio de contratos para incrementar impuestos y regalías-; no fueron propiamente nacionalizaciones porque las mismas empresas han seguido trabajando y produciendo gas en el país, y han logrado grandes beneficios; pero, con la salvedad de que se vieron libres para no realizar inversiones con miras a labores de prospección, exploración y explotación de nuevas áreas hidrocarburíferas que nunca hicieron.
La "nacionalización" del mes de mayo de 2006 ha sido, prácticamente, medida que favoreció grandemente a las empresas extranjeras en detrimento de lo que el país merecía y esperaba con la medida que, se dijo, era "devolver al país sus riquezas y recobrar su dignidad" por efecto de que "el país explotaría, por cuenta propia, lo que le correspondía, sin favorecer al capital extranjero". La verdad resultó clara y simple: se elevaron impuestos y regalías y, en cambio, se dejó en libertad a las empresas para que sigan trabajando en antiguos campos descubiertos por anteriores gobiernos, quedar libres de la obligación de nuevas inversiones y actuar con absoluta libertad para explotar todo el gas que tenía el país desde hace muchos años.
"Nacionalizar" es, pues, el grave error que ha permitido que posibles inversionistas se olviden de Bolivia, que no piensen siquiera en la posibilidad de invertir y menos de conseguir dividendos que justifiquen las inversiones porque: ¿invertir para perder con cualquier nacionalización, estatización o mediante medidas favorables al campo social? ¿Invertir para vivir en la incertidumbre y no saber por cuánto tiempo se gozará de algunas garantías? ¿Invertir para no tener perspectivas futuras? Las nacionalizaciones han resultado enemigas de las inversiones y creer que con promesas o nuevas medidas que garanticen tanto al capital nacional como extranjero es arriesgarlo todo y "perder de todos modos en un juego de azar que no conviene a nadie".
Pasará mucho tiempo para que se restablezca la confianza en el país; pero, con las casi permanentes expresiones de autoridades sobre la posibilidad de nacionalizar o pasar empresas al dominio del sector social, prácticamente se abren los caminos para las peores desesperanzas que el gobierno tendrá que corregir, lenta y seguramente, dando, efectivamente, garantías y seguridad para que no hayan más "fantasmas nacionalizadores" que comploten contra cualquier inversión; entretanto, tendrá que estudiarse medidas para abandonar la sima de pobreza en que nos encontramos.
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