Sucedió lo que menos se esperaba, pero que fue previsto por varios diplomáticos del país, cuando criticaron algunos aires triunfalistas de personajes que no esperaron los resultados de una Corte Internacional de Justicia (CIJ), que no se deja llevar por ruidos ajenos a su tarea y menos por presiones que pudieran denotar signos de orden político. Se trata de una instancia superior que marca sus fallos con alta solvencia jurídica en base al análisis de hechos y no de presunciones.
Pasó lo que tenía que pasar, según la opinión de políticos y entendidos en la materia, algo falló en la estrategia de nuestra gestión y ese detalle deberá ser identificado y aclarado, para quedar más tranquilos luego del balde de agua fría que vació la CIJ a la diplomacia boliviana.
Conocido el fallo y su estremecedor sacudón, está "el día después" y el efecto de ese hecho que tendrá especiales repercusiones, especialmente en el ambiente político que es el más propenso, en este caso, a remover experiencias, dichos y hechos, críticas y denuncias variadas que en su caso pondrán en jaque al rey del tablero y sus fichas más próximas. Desde el día después y los siguientes habrá que ocuparse, pero en otra dimensión, estructurada en la realidad nacional, en las instancias político administrativas, en lo que fue un sueño que para muchos se convierte en pesadilla y cuyo efecto tendrá larga recuperación, por lo mismo requerirá una terapia especial para reponer dos cosas que perdimos, tiempo y credibilidad, en términos generales.
Ya surgieron varias opiniones y se mencionó que "perdimos la oportunidad de recuperar el mar", no es evidente, se podrán plantear otras instancias y el derecho de recuperar nuestra salida al mar, seguirá siendo el anhelo prioritario de un pueblo que históricamente al nacer como República, lo hizo poseedor de su costa marítima y mucho territorio, arrebatado por una injusta guerra, cuya solución de paz, como lo ha confirmado la CIJ, está en un Tratado firmado en 1904 y que sólo se cumple a medias, ese reclamo, según estiman algunos expertos debió ser el motivo de la demanda ante la CIJ, para hablar luego de un salida marítima.
La situación está claramente definida, con el fallo de La Haya no hay opción de "apelación", una instancia que es recurrente en nuestro sistema judicial, pero que no tiene mayor efecto en tribunales del nivel resolutorio que tiene la CIJ, donde las cosas se manejan por su nombre y las medidas se aplican por acuerdo de sus tribunos que asumen responsabilidad por mayoría, como la reciente con 12 votos contra 3, una medida incuestionable y que cierra el largo proceso que nos mantuvo expectantes un quinquenio y un último tiempo de muchas esperanzas.
Una salida soberana al mar, indudablemente influye en el enorme comercio que se genera a través de sus puertos, pero sin lugar a dudas, ese perjuicio es irrecuperable en términos físicamente financieros, pero no están perdidas otras instancias en las que habrá que comenzar a trabajar de inmediato, dejando a un lado posiciones de rebeldía, arrogancia, intolerancia y falsa superioridad.
El caso de La Haya, nos deja una enseñanza simple, negociar con oportunidad, por la vía más amigable, preferible con un diálogo abierto y sopesando todas las instancias vinculantes al problema que tratemos. En materia de aguas, queda pendiente el tema del Silala, que también radica aún en la CIJ. Del día después, adelante el asunto es complejo.
Fuente: LA PATRIA
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