Bebidas en el transporte aéreo

El objetivo de esta columna es apoyar la iniciativa de las autoridades en pos de evitar o siquiera disminuir en consumo de alcohol en la juventud, por ello es útil que la juventud lea a qué grado de deterioro de la persona puede acarrear el consumo de alcohol: es frecuente y lo leemos en la prensa y la televisión sobre incidentes graves protagonizados por pasajeros ebrios que usualmente decantan en reacciones de los demás pasajeros que eventualmente propinan una tunda al borrachito hasta dejarlo exánime, recurso último de los pasajeros sobrios que soportaron los insultos y los manoseos a las damas del indeseable pasajero.

Aquí se desvela que hubo reacción tardía o no la hubo del comandante de la aeronave que como tal es un administrador público delegado por el Estado cuya nacionalidad pertenece la aeronave con poder de coacción, actitud oportuna que hubiese evitado que los propios pasajeros tomen acción directa y violenta sobre el incidente.

El consumo de bebidas alcohólicas se encuentra muy directamente relacionado con la aviación comercial. Entre los supuestos en que dicha relación se produce se pueden citar: el servicio de bebidas a bordo de las aeronaves, durante el vuelo, como una atención gratuita que las aerolíneas prestan a sus pasajeros, el mismo servicio mediante el pago de las tarifas establecidas para el efecto, consumo de bebidas, durante el vuelo, siendo las mismas, propiedad de los pasajeros, comportamiento irregular de los pasajeros como consecuencia de embriaguez.

En cuanto al primer punto señalado, puede afirmarse que es habitual, especialmente durante los vuelos de larga duración, que las compañías aéreas proporcionen, como una atención más a sus pasajeros, un servicio de bar de carácter gratuito según la clase o compartimento, así como la facilitación de vinos durante las comidas a bordo. La calidad y cantidad de este servicio estará fijada en cada caso y se encontrará directamente relacionada con la tarifa y la clase que en la aeronave ocupa cada pasajero.

Este servicio tiene un definitivo interés comercial y, en resumen, tiende a la captación de clientes. En la publicidad que las empresas aéreas realizan de sus servicios no es raro encontrar menciones relativas a las bebidas que el propio pasajero podrá disfrutar durante el viaje.

A criterio del autor de este artículo, el consumo de bebidas alcohólicas, en principio, no tiene porqué ser rechazado, pues de todas las especies que pueblan la tierra la humana es, sin duda, la que muestra un repertorio más rico de diferencias individuales. Concretamente, a cada persona le afecta el alcohol -dentro de límites por supuesto- de diferente manera, dependiendo de la raza o constitución biológica individual, de la profesión, del clima, de su equilibrio personal, de los problemas que le abaten y, muy especial, del contexto sociológico en que se desarrolle.

A un introvertido un par de copas pueden servirle para que distienda sus inhibiciones y se comporte más locuaz y sociable en una reunión; por el contrario, a una apersona extrovertida la misma cantidad de alcohol es posible que le provoque una euforia desmedida o una falta de control que resulte penosa. En ambos casos, si el individuo tiene una personalidad integrada sabrá calibrar la cantidad de alcohol que puede ingerir sin problemas. Eso es lo que hacen infinidad de personas, sin traspasar el límite de lo normal. Bien entendido que el concepto de normalidad es muy relativo y lo que entendemos por normal en la ingestión de bebidas durante un vuelo, no es sino la funcionalidad social y el equilibrio interior de la persona, juntamente con su salud física y el conocimiento jurídico de las consecuencias que puede acarrear una desaforada embriaguez abordo.

A este respecto se debe mencionar la infinidad de gastos colaterales que representan el desalojo obligado de un pasajero en impropias condiciones para el vuelo. Puede darse el caso de que pasajeros en un avión comercial en el cual no son facilitadas bebidas alcohólicas gratuitamente pretendan beber las que son de su propiedad. Ello se agudiza, ya que, en la mayoría de los aeropuertos existen tiendas libres de impuestos en las que los pasajeros se aprovisionan de bebidas alcohólicas.

Aunque las condiciones del transportista prohíban consumir bebidas propias, es lícito plantearse la duda sobre la validez legal de tal disposición que, en cierto modo interfiere los derechos personalísimos del pasajero. Una cosa es prohibir en un bar, en un restaurante, cuyo principal negocio es vender bebidas y comida, y diferente en un medio de transporte, cuyo objetivo es la traslación de personas y cosa de un lugar a otro.

Independientemente de estos aspectos de naturaleza legal, en lo que se refiere a la ingestión de bebidas alcohólicas durante un vuelo, especialmente si es de prolongada duración, puede afirmarse que un consumo desmedido no es recomendable en modo alguno, no solo por la consecuencia legal que se menciona sino por la propia salud del pasajero. Por ello es recomendable, en un vuelo de largo alcance, y ello en abundancia, consumir simplemente agua, no gasificada ni efervescente. La cerveza será menos desaconsejable, ocupando el champan -por su efervescencia--- y los licores, coñac, aguardientes etc., los más conspicuos lugares en cuanto a su poca recomendación.

(*) Abogado corporativo, postgrados en Derecho Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación, Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Interculturalidad y Educación Superior. Doctor honoris causa (IWA-Cambridge University, USA).