Una grabación, que por ahora no puede utilizarse como prueba, reveló el verdadero rostro de la justicia, ese del que apenas vi indicios hace 30 años, en la cárcel de Santo Domingo.
Si hace 30 años me pesó ser estudiante de Derecho, hoy me avergüenzo de ser abogado, aunque nunca haya ejercido. Si hace 30 años sentà estupor al contemplar las injusticias que encierran las cárceles, hoy siento asco al ver cómo se encierra al inocente y, para colmo, los jueces se empeñan en mantenerlo encerrado.
(*) Premio Nacional en Historia del Periodismo
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