La noticia de la llegada del nuevo avión presidencial al aeropuerto de La Paz causó un revuelo entre los clientes habituales del Naiclú “Malena”, y el yatiri Titirico en persona se dio a la tarea de organizar un Comité de recepción que marcharía desde nuestras instalaciones al Aeropuerto del que tratan de apoderarse “los hermanos alteños”.
En efecto, ayer en horas muy tempranas acudió a ni casa mi comadre Macacha para acompañarme al ceremonial que estaba previsto con motivo de la llegada al país del antojo más caro que pudo tener un Presidente de la República en toda nuestra Historia porque los anteriores se antojaban caballitos y el más antojadizo un automóvil blindado, o una chola con patines.
La presumida de mi comadre quiso lucirse ante la multitud conduciendo mi motocicleta Hardley Davidson y le dije que ésta se encontraba resfriada y que iríamos a El Alto en minibus que es el vehículo que usamos los pobres, decisión que aceptó a regañadientes diciéndome que los minibuses están siempre llenos de cholas e indigentes, término que ella utiliza para referirse a la gente indígena; cuando le enseñé sus polleras, la cochabambina me dijo: "yo soy chola superada y pronto seré banquera y colega del Pato Bedoya".
Todos los minibuses que pasaban por mi casa pasaban veloces y llenos de pasajeros que seguramente también se dirigían a El Alto para ver aterrizar al nuevo avión presidencial que podría llamarse avión evidencial porque pone en evidencia al presidente de un país rico que es necesario promoverlo en el mundo para que vengan extranjeros a explotar nuestras riquezas como socios y no como amos imperialistas.
Hasta que al fin llegó un minibus casi completo donde mi comadre pudo sentarse al lado del chofer cubriendo con sus polleras la palanca de la caja de cambios y yo en una fila detrás y al lado de una cholita que me sentó sobre una de sus piernas. Así viajamos los pobres.
La conversación en el minihus giraba en torno al avión pues todos se referían admirativamente al avión presidencial que verían aterrizar dentro de poco tiempo, unos hablaban de su velocidad, otros de su elegancia, también alabaron su comodidad y algún experto se refirió al precio de 38 millones de dólares que a todos nos pareció una “pichincha”.
Mi comadre Macacha no decía nada pues estaba ocupada con la palanca de la caja de cambios que manipulaba el chofer y yo tampoco dije nada durante el viaje sentado sobre una pierna de una cholita con la que intercambiamos sonrisas cada vez que el minibus pasaba sobre los baches callejeros. Al fin llegamos al aeropuerto pero llegamos tarde porque no vimos aterrizar al mágico avión al que deseábamos ver descender del cielo como una nave casi divina, la verdadera “nave del Estado” al lado de la cual todos los otros aviones presidenciales no son más que “taparacus”. Felicidades presidente Evo.
Retornamos a La Paz en el mismo minibus.
PAULOVICH
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