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Domingo 23 de septiembre de 2018

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

De Gregorio Pacheco a su hermano Agustín

23 sep 2018

Evocación de su infancia y sus bienes de fortuna

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Sucre, julio de 1884

Formemos un paralelo entre tú y yo. Para ello quiero prescindir de las desgracias de mi infancia, de la desnudez y el hambre en grado superlativo. A ti te consta que he principiado la carrera de mi vida de mozo sirviendo a la mano, haciendo los mismos servicios que hoy exijo de mis domésticos con la diferencia de que a éstos les pago bien y a mí no se me paga sino el pan que me servía de alimento; pero, con la diferencia también de que, aunque sazonado frecuentemente con amargura, lo tomaba en la mesa junto con mis amos. Al fin de esta situación se me hizo descender a ama seca encargándome la lactancia de un niño; soporté esta humillación que hasta ahora me duele, porque contrariaba mi carácter viril, y porque mi fatal destino hacía que el mundo no me dejara entrever ni la más remota esperanza que remediara mi adversa suerte. A esta época, que yo llamo el principio de la carrera de mi vida, corresponde con exactitud en el tiempo, a la época en que tú, mimado por dos madres, que vivían para ti, consagrándote su vida y su trabajo, cultivabas tu inteligencia en los colegios de Sucre y Oruro. Es notablemente curioso que, en esas mismas circunstancias, hubieras tenido un hermano que ensayaba la ciencia de la lactancia de los niños.

Segunda época. Mayordomo honorario. Felicidad impensada, no sólo por la confianza que se me hacía, sino porque me había librado del denigrante oficio de hembras para emprender el de varones.

Al cabo de tres años, se declara propicia la fortuna. Recibo en premio de mis servicios honorarios, diez cargas de sembradío de trigo, para cultivarlas de mi cuenta, lo que importaba a $ 3.- la carga de arriendo máximum en esa época, la enorme gratificación de 30 pesos al año, que mi industria supo multiplicar. No es esto sólo; hubo un precedente en el primer año. Un negocillo de burros en Sucre, que me dejó una utilidad líquida de $ 40. He ahí el hombre más feliz de la tierra. Apenas podía creer en mi felicidad, viendo, tocando y palpando y contando esos 40 pesos, 40 veces al día acariciándolos y durmiendo entre ellos.

Continuación. Protección locamente decidida de la fortuna. Ya soy comerciante. 600 pesos de habilitación en mercaderías... ¿Cómo imaginarse tanta confianza? Y con una tercera parte de utilidades que ellas produjeran. Aunque en limpio importaba que giraba con 400 pesos para mis socios Manuel y Vicente Anzoátegui y con 200 para mí, pero no importaba... No era posible equivocarse; fuimos por grados, muy lentamente, transcurrieron muchos años... de asiduo y perseverante trabajo, de privaciones sin cuento, de sacrificios, el de la vida inclusive, expuesta mil veces. Y no obstante, he caído y me he levantado muchas veces; he luchado con la adversa suerte; he visto asomar ya a las puertas de la mendicidad a mi esposa y a mis cinco hijos; he sufrido lo que sufre un padre en semejante situación, desahogándome con lágrimas de sangre... pero no me he rendido en la lucha, hasta que después de larga y penosa prueba, Dios me tomó bajo su protección, cuando los hombres todos me dieron vuelta las espaldas y no encontraba el más pequeño auxilio, el más insignificante socorro de parte de nadie. Tal es en compendio la historia de mi vida en cuanto a bienes de fortuna.

Gregorio Pacheco. Potosí, 1823-1899. De origen humilde, trabajó tesoneramente en la minería de la plata, acumulando una gran fortuna. Prominente miembro del Partido Conservador, gobernó el país por elecciones de 1884 a 1888. Se distinguió por su carácter filantrópico y durante su presidencia prefirió que su familia viviera en Europa a fin de que sus hijos adquiriesen una buena educación. Retirando a la vida pública murió en su hacienda de Tatasi. Potosí.

Fuente: "Cartas para comprender la Historia de Bolivia, compilado por Mariano Baptista G. (Fundación Cultural ZOFRO, 2013)

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