No hay duda de la relevancia del conocimiento cientÃfico en la configuración del mundo actual. El distinguido investigador Blithz Lozada Pereira, cuyas obras deberÃan servir de base a una discusión amplia de esta problemática, escribió en 2016: "El conocimiento resulta crucial en la sociedad por lo siguiente. En primer lugar, por su relevancia cada vez mayor respecto de la economÃa; es decir, el crecimiento económico se determina por el capital cientÃfico y el nivel de educación de los paÃses. En segundo lugar, porque los productos y los procesos, ambos en un escenario de alta competencia a nivel global, en medio de incertidumbre y mercados desregulados, se despliegan cada vez más influidos por la información y el conocimiento".
Bolivia aparece, de modo lamentable, como una de las naciones latinoamericanas que asignan menos recursos a la investigación cientÃfica y al desarrollo de la innovación tecnológica. Yo añadirÃa que casi todos los partidos polÃticos, la mayorÃa de los movimientos sociales, una parte considerable de la burocracia estatal y un sector muy dilatado de la opinión pública no tienen consciencia crÃtica de esta problemática. Es verdad que protestan con alguna vehemencia y perseverancia contra la corrupción en el aparato estatal, pero la necesidad de alcanzar la sociedad del conocimiento les es prácticamente indiferente. De ello se deriva la inmensa dificultad de modificar positivamente la mentalidad predominante, tan adversa al espÃritu crÃtico, a la investigación cientÃfica y, sobre todo, a poner en duda sus propias convicciones.
Todo esto conduce, como dice Lozada, a que no existan polÃticas públicas destinadas a estos campos y a la formación correspondiente de recursos humanos. No hay protección a la inventiva tecnológica ni fomento a la cultura cientÃfica, asevera nuestro autor, y los gobiernos generalmente no se dan cuenta cabal de las proporciones y del fondo de este problema. Lo habitual resulta entonces la reiteración de lo que ya existe, aunque camuflado a veces por ideologÃas revolucionarias y propaganda nacionalista. Y esto significa en la cruda realidad la continuación de la demagogia recurrente, de la improvisación consuetudinaria y de los nombramientos de favor sin ningún parámetro de calidad intelectual y sin un control efectivo del rendimiento especÃfico.
Frente a este mar de lugares comunes, Lozada nos recuerda que la ciencia es universal en sus principios y manifestaciones generales. La pretensión de "descalificar" la ciencia y la tecnologÃa occidentales es una manifestación de ignorancia, y el resultado es proclamar "confusos conceptos de idealizados contextos siempre inexistentes". La actitud general de Blithz Lozada Pereira ha sido la valentÃa cÃvica y el fomento de la calidad intelectual. Nuestro autor ha intentado algo que no es habitual: una crÃtica profunda de las polÃticas públicas del momento y de la atmósfera cultural que las hace digeribles. Por ello merece nuestro respeto y nuestro aprecio.
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