Mi madre fue una luchadora de cepa, con una voluntad de vivir y progresar como pocas personas he conocido, intensa para todo, fue forjando a machete su destino con una lÃnea permanente de auto superación.
A sus 34 años, sólo habÃa cursado primaria, pero empeñándose en alcanzar un mejor futuro para ella y su familia a sus 42 años ya era abogada y no se detuvo hasta obtener una maestrÃa.
Lastimosamente ese tren de ascenso y florecimiento se vio tempranamente truncado por una repentina caÃda de su salud. Sus ojos se empezaron a apagar como una vela cuya mecha se quema de a poco, vÃctima de la degeneración macular, se fue quedando ciega.
Como este incurable mal es progresivo, con la vista ya algo dañada pero aun capaz de trabajar con cierta ayuda de la computadora, atendÃa sus últimos casos legales, empeñada en no dejarse vencer por las circunstancias.
Aun asÃ, con esas limitaciones, pudo llevar a buen puerto el más difÃcil de sus casos, en el que además litigaba a favor de un gran amigo en común.
Fue justamente en este caso y en una de estas ocasiones que me tocó leer un memorial que me dejó absorto y con el que me convencà que para ese entonces, el nivel de los jurisconsultos bolivianos, no sólo no era de los mejores, sino que estaba por los suelos.
Entonces (palabras más, palabras menos) le dijo al reclamado: "Su señorÃa, no es posible que la justicia sea de esa manera, como dice la canción, alegre para otros y muy triste para mÃ"; haciendo referencia al coro de un vals peruano, interpretado por el Cholo Berrocal de nombre "Desprecio".
Seguramente el Juez aludido, se mató de la risa como lo hicimos en ese momento mi madre y yo, pero luego cuando hablábamos del tema, a ambos nos dieron ganas de llorar, pues no era posible que un hombre de leyes, haga un memorial con semejante tenor. Este episodio tuvo lugar en el año 2010 y mi madre con mucha tristeza admitÃa, que la justicia que ella tanto amaba como apostolado, en Bolivia era una fantasÃa y que lo más correcto serÃa que en la puerta del Palacio de Justicia, el portero instale un foco rojo.
Pero para analizar lo sucedido con las vÃctimas de este endemoniado culebrón (por ahora el más destacado es el Dr. Fernández, pero durante el proceso, ha habido otros profesionales entre doctores, enfermeras y hasta un periodista que han visto el sol a rayas sin culpa alguna), voy a separar lo que entiendo como las razones, en tres partes.
1.- La sociedad y la prensa suelen hacer entre ellas un coctel molotov dentro de un cristal más delgado que un foco, que cuando explota, no hay quien apague la llama. A la mÃnima referencia de un delito, ambos bullen como leche al fuego y buscan culpables hasta por debajo de las piedras y más de una vez, han linchado por anticipado mediáticamente y en las redes a quien no debÃan.
Existe tal sed de sangre que la necesidad de ver un pronto castigo, hace que como en esta oportunidad, la sola insinuación de que exista un posible culpable, cámaras y micrófonos caen sobre el rostro del inculpado como si fueran pirañas devorando a un ciervo herido que cruzaba el rÃo y resulta que el pobre, habÃa sido inocente.
Es necesario que ambos se calmen y procuren profesionalmente la verdad antes que el escándalo amarillista.
¡Oferta!
Solicita tu membresÃa Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del dÃa en PDF descargable.
- FotografÃas en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.