Morir es filosofar

Estas líneas dan cuenta de los tópicos 39e al 42a de la Apología de Sócrates, referidos a la muerte como un bien, donde se asiste a comprender, a propósito de la muerte de Sócrates, el sentido de la filosofía como un aprender a morir y, a la vez, como un ejercitarse en el amor o filosofar, lectura que se complementa con el espíritu de Fedón.

S�?CRATES ES ACUSADO

Sócrates, tras ser acusado falsamente por Melito (Anito y Licón) de corromper "...a los jóvenes y no creyendo en los dioses en los que cree la ciudad sino en otras nuevas cosas demoniacas (25b), sostiene que no suplicará a los jueces para evitar su condena menos escapará a cambio de no filosofar, sino que asumirá morir: "Yo les agradezco, señores atenienses, y les guardo afecto pero obedeceré más al dios que a ustedes y, mientras tenga aliento y pueda, no dejaré de filosofar (29d).

EL FIL�?SOFO

En Fedón, donde se relata el diálogo de Sócrates con sus amigos, el día de su muerte, habla también del significado de la filosofía y la vida del filósofo. Así, la muerte cercana, en vez de huir o asustar al filósofo -dice Sócrates- debe regocijarle: "El filósofo debe acudir gozoso a la muerte", como un estar ahí en el momento mayor de la existencia que traza una filosofía de la muerte, la idea del bien morir. He ahí el ideal de un filósofo sin orgullo ni violencia ni apego a las pasiones del mundo concupiscente, por el contrario espera ir a vivir en la comunidad de hombres dignos y de dioses amigos de los hombres: "Convivir con ellos allí, dialogar y examinarlos sería de una felicidad inefable" (Apología, 41b-c); y de este modo, la vida debe ser una suerte de muerte anticipada, un "aprendizaje de la muerte" (Fedón, 64a), como el acto de devolver el alma a ella misma.

Al respecto, sobre que filosofar es prepararse a morir, Montaigne, haciendo suyo el pensamiento de Sócrates, afirma que quien enseña a los hombres a morir enseña a vivir porque la muerte es tan real y verdadera que no amerita contemplación ni temor alguna; es más, toda sabiduría humana radica en reflexionar en la muerte: "Dice Cicerón que filosofar no es otra cosa que disponerse a la muerte". Y es precisamente la certeza de la muerte la que hace (consciente) la vida única e irreparable, es decir, que la muerte es la forma más plena de la vida, un Bien al que debe aspirar el filósofo.

Platón en Fedón (64a-68b) hace evidente esta idea del filosofar: "-Es cierto, por consiguiente, Simmias, que los verdaderos filósofos se ejercitan para la muerte, y que esta no les parece de ninguna manera terrible´´ (67e).

Para Sócrates ser filósofo es como aprender a morir y un ejercitarse en el amor. Cuando Sócrates afirma que "los que de verdad filosofan... se ejercitan en morir" y que marchan gozosos hacia ella (Fedón, 67e-68a) demarca el momento en que el alma se separa del cuerpo, porque de una vez el alma quiere liberarse de la imperfección del cuerpo: la cárcel del alma.

LA MUERTE DE S�?CRATES

Platón en Fedón (117e) narra los últimos momentos de la vida de Sócrates. �?l, después de ser juzgado, abandona el tribunal con una actitud y mirada firme, en concordancia con sus palabras que acababa de pronunciar. Rodeado de sus amigos aborda el tema de la inmortalidad del alma y les recuerda la oportunidad de su muerte. Luego con una mano firme bebe la copa de cicuta.

Como todos sus amigos lloran, Sócrates los anima que tengan valor y que desea morir en un silencio ritual; he aquí el diálogo (114e): "Y bebió con una tranquilidad y una dulzura maravillosas... -Sócrates que estaba paseándose, dijo que sentía desfallecer sus piernas, y se acostó de espalda, como el hombre le había ordenado. Al mismo tiempo este mismo hombre, que le había dado el veneno, se aproximó, y después de haberlo examinado un momento los pies y las piernas, le apretó con fuerza un pie y le preguntó si lo sentía, y Sócrates respondió que no�?, el cuerpo se helaba y se endurecía.

Ya el bajo vientre estaba helado... y estas fueron sus últimas palabras: -Critón, debemos un gallo a Asclepio; no te olvides de pagar esta deuda. -Así lo haré - respondió Critón-; pero mira si tienes aún alguna advertencia que hacernos. -No respondió nada, y de allí a poco hizo un movimiento. El hombre aquel entonces lo descubrió por entero y vimos que tenía su mirada fija. Critón viendo esto, le cerró la boca y los ojos (118a). Así termina la vida de Sócrates.

LA MUERTE UNA CURA

El sentido de la muerte de Sócrates no es una simple predisposición de querer morir, sino algo que podría calificarse de ejemplar porque connota valor ético. La idea del no dejar de filosofar es un aprender a morir. Así, si la filosofía es un ejercitarse en el morir, ese ejercicio es el que compromete toda una vida. Ejemplar ejercitarse se lee en las últimas líneas del diálogo Apología: "Pero ya es hora de partir, para mí que moriré y para ustedes que seguirán viviendo. Quiénes de nosotros marchan hacia una mejor realidad, es algo oculto para todos menos para el dios" (42a).

Es este acto que implica un saber ejercitarse en la muerte, una actitud filosófica hacia la muerte sin más. Asumir así la muerte es comprender que la vida debe vivirse en relación con la muerte. Aquellas últimas palabras de Sócrates ("Critón, debemos un gallo a Asclepio") no son sino la capacidad de aprender y ejercitar que conllevan la idea de un cuidado, al menos de ocuparse de sí mismos, una auténtica paideia o, lo que es lo mismo, un vivir que se hace cargo de la muerte inherente a la vida y, por otra, refiere que la muerte es la cura para la vida, donde Asclepio (el dios de la curación) y el gallo (la ofrenda) simbolizan que la muerte es un sueño curativo.