Miercoles 12 de septiembre de 2018
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Aunque la palabra "emergencia" y la frase "tiempos nuevos", parecen apuntar a algo nuevo y sorpresivo, a nadie sorprendió que sucedan cambios en la estructura burocrática del Estado. En la política hay siempre una apariencia externa y un trasfondo oculto. Eso no quiere decir, empero, que la opinión pública, tan perspicaz que es, no adivine - por pura intuición - lo que se dice y lo que se calla.
Ello es que el otro día, en una ceremonia pública se posesionó el nuevo canciller. Sucedió una especie de pasanaku entre un aymara que deja el cargo y un quechua que lo reemplaza. El uno "Llorando se fue", al estilo de Los Kjarkas; el otro se mandó un discurso de aullante apología al "proceso de cambio". En cuanto al indumento y la apariencia, Huanacuni llevaba siempre una ch´uspa multicolor colgada del cuello; y el otro viste poncho, sombrero y sap´ana (cabello largo). El jefazo a tiempo de posesionarlo remató: "Siempre será un indígena el que represente a Bolivia".
Cosas raras suceden en el Plurinacional, tal vez porque junto al poder político existe el otro poder místico de los amautas y los yatiris; allí parece combinarse el realismo mágico de los Andes con el realismo dramático de la realidad. En lo que hace a cómo elegir a los embajadores, se reivindicó la vieja tradición de antaño. Para todo se necesita un poco de conocimiento y un poco de práctica, menos para ser diplomático. Esa máxima de "zapatero a tus zapatos, ya no está vigente. Banzer tenía razón: "Prefiero un gramo de lealtad a una tonelada de inteligencia".