Domingo 09 de septiembre de 2018
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Cultural El Duende
Lo humano en los claustros eclesiásticos Una mirada desde la literatura
09 sep 2018
Segunda y última parte
Por la mente de Sor Agueda pasan fragmentos de los confesionarios. Según la monja, el confesor realizaba preguntas que hacÃan vibrar de pavor su carne, "me arañaron la médula y me dieron la sensación de que mi conciencia caÃa a un abismo abierto". Por la noche en sus aposentos la novicia sentÃa la "la tentación de conocerse, de mirar su cuerpo y palparseÂ?". Estos relatos muestran la pugna interna entre la santidad y la tentación atribuida al demonio. La religiosa llegó a confesar a su interlocutor: "Yo sé que no estoy hecha para la vida conventual, deseo una nueva vida, un poco de afecto y otro poco de sol en el alma".
La historia de Sor Agueda conmovió a Juan José que decidió protegerla en casa de una anciana viuda. Pasado un tiempo, la amistad y el cariño se fue afianzando entre sus protectores y la ex monja, y cada que podÃa ella se desahoga recapitulando los "hechos delictuosos cometidos por los más fervientes católicos, simuladores de la santidad y condecorados por el Papa, cometen atrocidades y los frutos de sus milagros quedan en el arroyo para que un alma verazmente caritativa los recoja y los eduque; santones que dejan que las mujeres vÃctimas de sus concupiscencias perezcan en los hospitales o en cualquier parte".
"De las penumbras del claustro a la luz de la vida" es como la ex religiosa denominó a esta nueva etapa de su vida, cargada de ilusiones y esperanzas. Pero una tarde apareció en el taller de la viuda el ex confesor de la hermana Agueda acompañado del reverendo Padre Daniel. A partir de ese dÃa frecuentaron las visitas de los dos sacerdotes a la casa de la anciana, bajo el pretexto de recapacitarla para que vuelva al santo redil la oveja descarriada. Dentro de poco se presentó sólo el joven clérigo, llegando a pasar varias horas con la muchacha hablando del amor de Dios. Esos encuentros Ãntimos hicieron que floreciera deseos libidinosos: "La ex monja, sea porque todavÃa ejercÃan sobre su voluntad el imperio de las sotanas, sea porque era débil de carácter, no se sentÃa con fuerzas para su contrariedad ante el clérigo". Es asà que los amantes decidieron fugarse para consumar sus deseos de la carne.