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La Villa de Oropesa, descendiendo la cordillera de los Andes hacia el oriente, desaparece paulatinamente la agreste naturaleza del altiplano; amenos valles con pintorescas laderas, cristalinos arroyos y vegetación variada. Sus tranquilos moradores matizan el paisaje con sus trajes tÃpicos, rebaños de abundante ganado en amistosa compañÃa con aves de corral, completan el paisaje cochabambino.
Durante la colonia, esta villa acrecentó mucho su población dadas las circunstancias favorables del clima y la fertilidad de sus tierras. Una población animosa se congregó en torno de la villa en un crecimiento lento pero feliz, sin la fiebre de las ciudades que se fundan por la codicia de los descubridores de riquezas, sin la frialdad de puestos poblados sólo por razones administrativas.
Una de las regiones de Bolivia donde el mestizaje produjo elementos de cierto equilibrio ha sido Cochabamba. La audacia y temeridad de los españoles, mitad codiciosos afiebrados y mitad mÃsticos, se combinó con la suavidad de los quechuas. De ahà que el folklore contenga elementos graciosamente aderezados. La forma misma de expresarse que los cochabambinos dan a su conversación está saturada de natural y conmovida ternura donde campea la frase cariñosa entremezclada de quechua y castellano.
Según la ficción de la obra, se trata de las memorias escritas en 1848 por un veterano de las campañas de la independencia en las que tomó parte desde los 12 años, obligado por las circunstancias familiares. En el primer plano está la vida Ãntima del protagonista. Juanito vivÃa humildemente con su madre rodeado de impenetrable misterio sobre su origen. Un fraile condujo sus primeros pasos con la lectura del Quijote. Rosita cuidaba del niño con su modesto trabajo de encajera. El fondo de las escenas que sólo domina por momentos, es el alzamiento del 14 de septiembre de 1810 por el cual el pueblo de Cochabamba destituye a las realistas al grito de "Viva Fernando VII".
EL RELATO NO ES Ã?PICO
El autor ha preferido la descripción sencilla de un cura y las impresiones de un niño, a las solemnes frases de los historiadores. Don Enrique Finot en su "Historia de la Literatura Boliviana", expresa que esta obra tiene sencillez encantadora sin caer en lo vulgar ni en lo chocarrero".
¿Acaso Juan podÃa valorar el escenario histórico para apreciar su infortunio?
Al igual que Dickens, desarrolla Aguirre con acierto y sutileza la compleja sicologÃa de los niños con sus reacciones tan peculiares. Sus reflexiones en medio de la sencillez con verdad y belleza nos traen a la memoria los pliegues más recónditos de nuestros tiernos recuerdos.
Asà como "David Coperfield" parece escrito por la delicada sencillez de un niño. "Juan de la Rosa" recuerda cuanto se ha sentido a los 12 años de edad. El niño es casi igual en todas partes; asà que, salvando los matices de cultura y el ambiente de la flemática Inglaterra, frente al de la apasionada Bolivia, ambos retratos del alma infantil constituyen un paralelo digno de mencionar.
En cuanto a la intensidad del drama, "Juan de la Rosa", sobre todo en sus últimos capÃtulos, tiene la influencia del romanticismo, es decir predominio del fondo sobre la forma, poniendo en juego el factor sentimental sobre el intelectual, esto es, el espÃritu atribulado de un niño impresiona más que la descripción de los acontecimientos de la emancipación.
Sin chauvinismo, esta novela refiere un episodio notable: la actitud de don Francisco del Rivero quien entró en conversaciones con el odiado Goyeneche. Esta actitud aparentemente claudicante, salvó a Cochabamba de mayores calamidades, y Rivero, al sacrificar su propio prestigio prestó al paÃs importantes servicios.
Este desenlace muy propio de las novelas románticas, nada tiene que ver con las guerras de la independencia.
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