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Domingo 09 de septiembre de 2018

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Cultural El Duende

Nataniel Aguirre, su medio y su obra

09 sep 2018

Por Juan José Vidaurre P.

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La Villa de Oropesa, descendiendo la cordillera de los Andes hacia el oriente, desaparece paulatinamente la agreste naturaleza del altiplano; amenos valles con pintorescas laderas, cristalinos arroyos y vegetación variada. Sus tranquilos moradores matizan el paisaje con sus trajes típicos, rebaños de abundante ganado en amistosa compañía con aves de corral, completan el paisaje cochabambino.

En esa bella región, allá por el año 1574, don Sebastián Barba de Padilla, por orden del Virrey Toledo, fundó la Villa de Oropesa, con el objeto de establecer un centro intermedio entre el altiplano y los llanos orientales, y también para la administración de los fértiles y extensos valles centrales.

Durante la colonia, esta villa acrecentó mucho su población dadas las circunstancias favorables del clima y la fertilidad de sus tierras. Una población animosa se congregó en torno de la villa en un crecimiento lento pero feliz, sin la fiebre de las ciudades que se fundan por la codicia de los descubridores de riquezas, sin la frialdad de puestos poblados sólo por razones administrativas.

Una de las regiones de Bolivia donde el mestizaje produjo elementos de cierto equilibrio ha sido Cochabamba. La audacia y temeridad de los españoles, mitad codiciosos afiebrados y mitad místicos, se combinó con la suavidad de los quechuas. De ahí que el folklore contenga elementos graciosamente aderezados. La forma misma de expresarse que los cochabambinos dan a su conversación está saturada de natural y conmovida ternura donde campea la frase cariñosa entremezclada de quechua y castellano.

El habitante de esas regiones tiene donaire para impresionar a las gentes, terminando generalmente por lograr simpatías y beneficios. Sin perjuicio de su entrañable cariño por la tierra, es proverbial su inclinación por los viajes, después de los cuales siempre regresa al solar nativo. Listo, ameno y servicial, se desenvuelve con aplomo sin avergonzarse de su provincialismo, pues es hombre de mundo a su manera. Pero así inquieto, juguetón y cariñoso como lo hemos descrito, no es un indolente; posee espíritu cívico, independencia y coraje. Por su acción junto a todos los Altoperuanos, se logró la independencia en inolvidables luchas sin tregua ni cuartel.

En esos tiempos nació don Nataniel Aguirre, el 10 de octubre de 1843; su vida se desarrolló en la tranquilidad de la ciudad natal. Por circunstancias culturales propias de los países latinoamericanos, la inclinación dominante de los bolivianos es la política. La vida pública tiene para ellos singulares atractivos; y donde un norteamericano o un inglés medios sólo encuentran algo indiferente, el boliviano halla las más grandes pasiones de su vida.

En Bolivia no se distingue tanto a un hombre por ser agricultor, distribuidor de hilos o comisionista, sino por ser conservador, liberal o republicano. Otra de las aficiones incurables del boliviano es la abogacía. Don Nataniel Aguirre atraído por la política, fue diputado y también abogado, pero no "doctor altoperuano". Don Eufronio Viscarra, en el prólogo de "Juan de la Rosa" afirma que Aguirre tenía "aversión al foro".

JUAN DE LA ROSA

Esta obra considerada por la crítica nacional y extranjera como la novela histórica de mayor envergadura, merece estudio especial, no sólo por su valor como aporte a la historia de Bolivia, sino también como notable ejemplar de estilo depurado y técnica consumada.

El autor demuestra completo dominio al abordar el tema, con esa seguridad que tienen los escritores consumados.

Apartándonos de la opinión de críticos y comentaristas, estimamos que "Juan de la Rosa" no es solamente una novela histórica, y en buena parte posee un carácter costumbrista a través de una trama histórica con tema de inmenso dramatismo sicológico, romántico y social.

En principio, ninguna obra de arte puede clasificarse catalográficamente como se hace con mercaderías o especies vegetales, y más bien el contenido humano y el origen esencialmente individualista de cada producción, rebasa los estrechos límites del casillero. De ahí que, sin prescindir de la característica fundamental, resulta que toda producción participa al mismo tiempo, en mayor o menor escala de varios géneros.

"Juan de la Rosa" siendo una novela de contenido histórico, tiene acentuados rasgos de costumbrismo, y hasta buceos felices en el género sicológico. El personaje principal, Juanito, tiene espíritu sensitivo y peculiares dotes de observación, que sin perder las naturales cualidades de la infancia, posee fina penetración. Envuelto en una serie de dolorosos sucesos públicos y familiares, su espíritu sigue siendo infantil y conserva el bello candor de las almas puras. Obligado por las circunstancias a actuar en los acontecimientos más importantes de su tierra, y sacudido por tristísimas escenas domésticas, Juan sobrelleva sufrimientos que empero no endurecen su alma. En ese sentido se combinan la prematura reflexión del niño castigado por su desventura, con la natural ingenuidad de los tiernos años.

Según la ficción de la obra, se trata de las memorias escritas en 1848 por un veterano de las campañas de la independencia en las que tomó parte desde los 12 años, obligado por las circunstancias familiares. En el primer plano está la vida íntima del protagonista. Juanito vivía humildemente con su madre rodeado de impenetrable misterio sobre su origen. Un fraile condujo sus primeros pasos con la lectura del Quijote. Rosita cuidaba del niño con su modesto trabajo de encajera. El fondo de las escenas que sólo domina por momentos, es el alzamiento del 14 de septiembre de 1810 por el cual el pueblo de Cochabamba destituye a las realistas al grito de "Viva Fernando VII".

EL RELATO NO ES Ã?PICO

El autor ha preferido la descripción sencilla de un cura y las impresiones de un niño, a las solemnes frases de los historiadores. Don Enrique Finot en su "Historia de la Literatura Boliviana", expresa que esta obra tiene sencillez encantadora sin caer en lo vulgar ni en lo chocarrero".

La impresionante soledad de este pobre niño, y los vendavales de su desventura, mucho nos recuerdan las bellas páginas de "David Coperfield". Así como el pequeño inglés parece nuestro criollo Juanito señalado por el destino a vivir tristemente. Dos mundos opuestos, dos géneros literarios distintos, pero el mismo drama; el sufrimiento de los niños.

¿Acaso Juan podía valorar el escenario histórico para apreciar su infortunio?

Al igual que Dickens, desarrolla Aguirre con acierto y sutileza la compleja sicología de los niños con sus reacciones tan peculiares. Sus reflexiones en medio de la sencillez con verdad y belleza nos traen a la memoria los pliegues más recónditos de nuestros tiernos recuerdos.

Así como "David Coperfield" parece escrito por la delicada sencillez de un niño. "Juan de la Rosa" recuerda cuanto se ha sentido a los 12 años de edad. El niño es casi igual en todas partes; así que, salvando los matices de cultura y el ambiente de la flemática Inglaterra, frente al de la apasionada Bolivia, ambos retratos del alma infantil constituyen un paralelo digno de mencionar.

En cuanto a la intensidad del drama, "Juan de la Rosa", sobre todo en sus últimos capítulos, tiene la influencia del romanticismo, es decir predominio del fondo sobre la forma, poniendo en juego el factor sentimental sobre el intelectual, esto es, el espíritu atribulado de un niño impresiona más que la descripción de los acontecimientos de la emancipación.

Por eso, las lágrimas ardientes que corren sobre el quemado rostro de Juanito cuando abandona la casa de la cruel doña Teresa, para desahogarse en el cariñoso frailecito, son las mismas lágrimas que Mister Murdenstone advierte molesto en el blanco y sonrosado rostro de su hijastro David que, ahogando sollozos va a refugiarse en su cama para continuar llorando sin consuelo por su desventura de huérfano privado de las manifestaciones de cariño de su pobre madre confundida entre dos amores: el hijo y el nuevo marido.

***

Comentario especial merece la descripción que, en "Juan de la Rosa" se hace de la batalla de Amiraya donde las fuerzas patriotas sufrieron uno de los contrastes más dramáticos frente al entonces poderoso ejército de Goyeneche. Palpitan así los conmovedores episodios de un pueblo romántico ansioso de libertad. Dice Aguirre: "No me creo con fuerzas para describir el equipo de aquellos guerreros y sus groseros uniformes en andrajos� Tales como estaban, como ahora los contemplo en mi imaginación, me parecen mil veces más hermosos que los soldados del día".

El glorioso caudillo don Esteban Arze dirigía las huestes de vallunos con ayuda de Díaz Vélez y Rivero. "Alejo (robusto cerrajero) sollozaba más que yo que era un niño como lo hacen esos hombres fuertes y sencillos, esas naturalezas que son puro corazón".

Sin chauvinismo, esta novela refiere un episodio notable: la actitud de don Francisco del Rivero quien entró en conversaciones con el odiado Goyeneche. Esta actitud aparentemente claudicante, salvó a Cochabamba de mayores calamidades, y Rivero, al sacrificar su propio prestigio prestó al país importantes servicios.

DESENLACE

Es conmovedor el desenlace al conocerse recién, debido a la muerte del fraile que deja manuscritos sobre el antes insondable origen de Juanito. Se aclara que Rosita había sido requerida en amores por dos hermanos de doña Teresa en cuya casa vivía como hija del mayordomo. Carlos y Enrique se disputaban el amor de Rosita produciendo el enojo de los padres de estos muchachos destinados a enlaces con doncellas de familias principales. Enrique, después de convencerse que el elegido de Rosita era Carlos, se interna en un monasterio tomando el nombre de Fray Justo. El padre sabedor de esta situación, envía a Carlos a Buenos Aires para su incorporación en las milicias del Rey. Pero el destino había dispuesto las cosas de otra manera. Palpitaba en las entrañas de Rosita el fruto de sus amores con Carlos, y al saberlo en casa de los soberbios señores de Altamira, el padre hizo expulsar a Rosita "la pecadora". Carlos no llegó a Buenos Aires, y fugó en el camino hasta enloquecer con su pasión frustrada. El loco, que no era otro que el padre de Juanito, fue recluido en una finca donde el niño llegó en el instante que expiraba.

Este desenlace muy propio de las novelas románticas, nada tiene que ver con las guerras de la independencia.

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