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Jueves 01 de julio de 2010

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Ecológico Kiswara

Cuando se abre el abismo profundo

01 jul 2010

Fuente: La Habana, (PL)

Por: Silvio González

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La industria ballenera estadounidense languideció por los mismos motivos que hoy se tambalea la de las más poderosas trasnacionales petroleras después del desastre de British Petroleum en el Golfo de México.

Y es que ese suceso amenaza con tener repercusiones históricas y con borrar las aspiraciones de un segundo mandato del actual presidente Barack Obama.

Al tratar de analizar el derrame en el Golfo tal parece como si se repitieran los días de navegación a bordo del ballenero Pequod, descrito en la obra clásica de la literatura Moby Dick, de Herman Melville, publicada en Gran Bretaña en 1851.

Durante muchos años esa novela ha sido una silenciosa metáfora de todo lo que acontece en la era moderna desde la energía nuclear, hasta las actuales guerras infinitas de rapiña.

En los siglos XVIII y XIX, cuando miles de embarcaciones balleneras surcaban los mares para extraer el preciado aceite de los mamíferos gigantes, la caza masiva de cetáceos era el equivalente a la actual industria petrolera.

Ese aceite hacía que millones de lámparas se iluminaran cada noche, servía para lubricar las nuevas y potentes maquinarias a vapor y permitía fabricar velas que no molestaban por su olor o por el humo.

Adicionalmente se utilizaban los huesos, la piel y se fabricaban aromáticos perfumes de su ámbar gris, así como muchos grandes centros urbanos costeros fueron construidos precisamente con el dinero de la caza de este mamífero.

Estados Unidos exportaba millones de galones de aceite de ballena a Europa, según el libro En busca del Gigante del Mar, del autor Philip Hoare, quien comparaba al pescador ballenero con un minero ya que excavaba en el fondo marino para cazar casi a mano limpia, el preciado carbón del mar que era entonces la ballena.

Pero de la misma manera en que la moderna industria extractora de carburantes observa hoy cómo se limitan sus recursos y lo peligroso de su extracción, la industria ballenera sufrió el mismo espantoso destino.

Es razonable la comparación del periodista Nick Spicer en su blog donde hace un paralelo entre la misión maniáticamente vengativa del Capitán Ahab, en Moby Dick, y los peligros de la ambición humana en su incesante y alocada búsqueda de petróleo por la fiebre consumista imperante actualmente.

Andrew Delbanco, director en la Universidad de Columbia, plantea que es irresistible hacer una analogía entre la búsqueda desesperada de aceite de ballena en los días de Melville y la que existe ahora en nuestra sociedad moderna por satisfacer la creciente demanda de carburantes.

La famosa novela es un relato que alerta sobre el costo que hay que pagar cuando se sobre explota la naturaleza para satisfacer las ambiciones humanas.

La visión apocalíptica del naufragio final de buque ballenero resulta muy adecuada en la actualidad.

Como mismo los balleneros debían navegar largas distancias, las compañías petroleras deben hoy taladrar cada vez mas profundo para encontrar petróleo y han llevado sus posibilidades al extremo, señala el diario New York Times.

Para el 1800 la caza de ballenas se había extendido a casi todos los grandes mares y océanos del mundo.

Los grandes centros balleneros eran Nantucket y New Bedford en Estados Unidos.

El momento pico de los balleneros estadounidenses fue en las décadas de 1820 a 1850, con unas 10 mil ballenas cazadas por año, más de 700 buques operando y unas 70 mil personas empleadas a tiempo completo, asegura la Enciclopedia Británica.

Durante los largos viajes de hasta cinco años, los tripulantes pasaban su tiempo libre haciendo objetos para sus familias, con los dientes de las ballenas, desde agujas de tejer a peines, mientras que otros tallaban artísticos dibujos en los dientes de los animales que cazaban.

Esto se conoció como arte "scrimshaw" y fueron los balleneros estadounidenses los que produjeron los mejores ejemplares.

Se trabajaban juguetes, herramientas, utensilios de cocina y piezas decorativas finas, todas con un propósito ornamental.

Este tipo de trabajos artesanales fue obra de cientos de balleneros, en su mayoría anónimos, pueden estar conformados por tallas o cuadros con grabados a relieve de los huesos o dientes de mamíferos marinos y tuvo su mayor auge entre los años 1745 y 1759 especialmente en el Océano Pacifico.

La declinación del negocio ballenero comenzó con la Fiebre del Oro en California en 1849 y la Guerra Civil entre 1861-1865 según estudios presentes en varios sitios web.

Las tripulaciones desertaban de los buques para ir a California y la guerra civil causó el hundimiento de los buques balleneros, pues los sureños atacaban a todos los barcos balleneros, ya que los propietarios eran generalmente norteños.

Luego de la Guerra Civil, varios productos derivados del petróleo comenzaron a reemplazar al aceite de ballena y la espermaceti en velas y lámparas. No quedo mucho más de la industria luego de 1925.

Como un enojado jugador que se ha quedado arruinado ante la implacable ruleta, lo único que le interesa al sistema es que no se detenga el juego para ver si encuentra a otro infeliz al que se le pueda sacar, a como dé lugar, el dinero perdido, en lo que es ya como una adicción criminal.

Toda la estrategia de la clase dominante ahora con lo del derrame es no sólo simplificar los problemas hasta llegar a ocultarlos, sino dar soluciones típicas de los libros de cuentos infantiles, apunta la revista Rolling Stone.

En fin que "mientras más profundo uno mira hacia el fondo del abismo, este también lo hará con uno", como sentenció en una de sus obras el filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, Friedrich Nietzsche, uno de los influyentes pensadores del siglo XIX.

(*) El autor es jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina.

Fuente: La Habana, (PL)
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