A esa misma hora, 20:12, unos delincuentes (honrados) sacaban de un vehÃculo parqueado en un burdel de la zona más roja de El Alto una mochilita. Digna de una historia de Alejandro Dumas, cuando pensaban encontrar un celular o como mucho una laptop se hallaron con la medalla de oro y diamantes que el pueblo potosino obsequió al Libertador Simón BolÃvar. ¡La corona de la reina!
PodrÃa ser un argumento cinematográfico si no fuese que la joya es la más importante de la historia boliviana, que su custodio era un militar que estaba ebrio y tan primitivo que no podÃa posponer sus urgencias sexuales a una misión oficial. ¡Patria o muerte, beberemos! Ã?l es sólo la punta del iceberg del desmoronamiento institucional: un presidente del Banco Central que deja un tesoro bailoteando varios dÃas; tres ministros que se esconden en el silencio; inteligencia que tiene asesores caribeños insólitamente desaparecidos; cadenas de mando sin protocolos mÃnimos.
Y la cereza, el primer mandatario Evo Morales que al final de la misma fiesta se rÃe y vuelve como tantas veces a temas sexuales que parecen obsesionarlo y nombra los atributos eróticos de Iván Canelas, que sonrÃe cómplice como en anteriores ocasiones y anuncia su chaqui y que irá ¡zas cholita! Y Gisela López no dice nada, ni ninguna de las mujeres que tanto reclamaron por una caricatura en un periódico de Alasitas.
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