Jueves 16 de agosto de 2018
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El robo y posterior aparición de la medalla presidencial tuvieron el mérito de poner a prueba el civismo de los bolivianos. Por las reacciones supimos quiénes quieren de verdad a esta Patria, con todo y sus simbolismos, y quiénes son capaces de utilizar hasta sus sÃmbolos más sagrados en afanes polÃticos.
Entre los efectos positivos está el hecho de que, asà sea tangencialmente, muchos bolivianos conocieron la historia de la medalla. Ahora ellos saben que esa joya fue acuñada en la Casa de Moneda de Potosà y por efecto del decreto del 11 de agosto de 1825.
El referido decreto es uno de los más importantes de la historia de Bolivia. Aunque, según su epÃgrafe, fue promulgado para expresar "reconocimiento de gratitud, premios y honores al Libertador y Gran Mariscal de Ayacucho" y "gratificación al ejército libertador", prácticamente es un documento fundacional del paÃs porque establece su denominación, la capital y su nombre y el régimen del primer gobierno.
La medalla marca, también, la accidentada historia de nuestro paÃs a partir de su nacimiento. Entregada como obsequio a Simón BolÃvar, estuvo con éste hasta su muerte. Por expresa disposición testamentaria del Libertador, debió ser devuelta al paÃs, pero tardó en llegar incluso hasta el gobierno de Andrés de Santa Cruz. La posesión de la joya fue parte de la pugna entre el mariscal de Zepita y José Miguel de Velasco que fue quien impulsó, decreto mediante, que se convierta en la insignia de mando de los presidentes.