Lunes 13 de agosto de 2018
ver hoy
Editorial y opiniones
LA ESPADA EN LA PALABRA
Un 21060 en el horizonte
13 ago 2018
Ignacio Vera de Rada (*)
Está claro, y no solo en la historia de Bolivia sino en la del mundo entero, que la mayor intención política no tiene la fuerza necesaria para derribar a la más débil de las realidades financieras.
"Si los reformadores radicales hubiesen mirado más allá de su estrecha visión económica", dice el Nobel de economía Joseph E. Stiglitz, "habrían comprobado que la historia enseña muy pocos o ningún final feliz de los experimentos de reformas radicales". Y el profesor pone como ejemplos de este aserto los eventos históricos que van desde la Revolución francesa y la Comuna de París, hasta la revolución de los bolcheviques y la Revolución cultural china de los sesenta y setenta.
En general, un líder político revolucionario es un desaforado, un obnubilado, un obstinado. Se ciega por las pasiones y sus ideas vinculadas con la economía tienden a estar más en comunión con la utopía que con la realidad. Ergo, cuando intenta poner en práctica sus románticas ideas de transformación, fracasa, si no rotundamente en el momento, sí a mediano o largo plazo. ¿Qué ocurrió con la revolución de los Estados Unidos? ¿Dónde está el secreto de su éxito? Esta revolución cambió estructuras políticas, más que otra cosa, y apuntaló una economía visionaria que ya había sido cimentada por los pioneros ingleses. ¿Y qué sucedió, por otro lado, con la sociedad rusa y sus periódicos derrumbes? Los rusos, al tener a los padres del socialismo científico como referentes, siempre leyeron la economía como un asunto de ideología, e infelizmente fallaron en sus objetivos; apareció un nuevo puñado de oligarcas en sustitución de los de las antiguas roscas y los nuevos monopolios de Rusia emanaban de los mismos comunistas.