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Domingo 12 de agosto de 2018

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Cultural El Duende

Guillermo Viscarra Fabre

12 ago 2018

Guillermo Viscarra Fabre. La Paz, 1901-1980). Poeta, antologador y dramaturgo. Ejerció la docencia en la Universidad Mayor de San Andrés, la Escuela de Bellas Artes de La Paz y el Conservatorio Nacional de Música. Fue diplomático en Argentina, Uruguay, Chile y Perú. Ha publicado en poesía: Símbolo (1937), Clima (1938), Criatura del Alba (1947), Nubladas nupcias (1966), Veinte rubíes para el collar de Nilda (1971), Juanita y Alejo en las montañas - Cordillera de sangre (1974), Andes (1975) y El jardín de Nilda (1975). Antologador de Poetas nuevos de Bolivia (1940) y Cuento chileno-boliviano (1975). En ensayo destaca El paisaje paceño es una fuente de inspiración (1948).

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En la curva delgada

de las noches herméticas,

escarbaré

la tierra de mi corazón.

Me situó en el grito

de parturientas tristes,

junto al resuello tibio

de seres indefensos

para escarbar

como un buitre acongojado,

en hondo cielo

de mi corazón.

Tú que vienes del fondo

de mi voz en la niebla.

Desprendida del alba

con los brazos curvados

como el aire,

y la boca de lirio y los ojos

de arcángel incoloro

no sabrás nunca

de este petrificado amanecer.

Me trago la montaña

como a un Jonás

de desolado bronce,

y aquí estoy

en su vientre desvelado

con el metal del aire

en la garganta.

Yo no sé qué anchos ídolos

de inmóviles mandíbulas

miran desde mi sangre,

tréboles enlutados y

claveles de lágrimas.

No sé qué "pasacalles"

y "yaravíes" de América

se aprietan en los tubos

de mis huesos insomnes.

Un olor de maizales molidos

por los cascos de asnos

tristes y errantes,

un aroma de oscuros

metales triturados,

un sabor en el aire

de greda ensangrentada,

unos gritos de bronce

de chatos campanarios

me golpean de dentro

las sienes desveladas.

Tú que vienes del ancho

litoral del ancestro

por una hidrografía

de líquidos rubíes,

con los brazos curvados

como el aire,

desprendida del húmedo

follaje del alba,

no sabrás nunca

de este petrificado amanecer.

Me trago la montaña

en solitario instante,

como a un Jonás

de bronce desolado,

y hay un lloro de tierra,

un son de ventarrones,

un rumor de volcanes

que calcina mis venas.

Lloro de tierra negra

con jadeos de hombres

con huesos y con lágrimas,

con cabellos y sangre,

con tambores bárbaros

y hogueras clamorosas,

con negras procesiones

y danzantes metálicos,

me perforan los ojos

y agusanan mi lengua

El humor de herrería

de las minas antiguas,

los cencerros y el cantollano

de los arrieros,

los "kaluyos" de muerte

de amarillos charangos,

los niños pisoteados

por indómitas mulas,

la insurrección oscura

del pedernal hermético,

los nazarenos lívidos,

los sables y fusiles,

el látigo y los gritos

que salen de la coca,

los egregios doctores

que se nutren de guano,

han hecho un melancólico

muladar de mis cielos.

"A diferencia de la poesía de Gustavo Medinaceli, impulsada por el asombro y en su totalidad orientada a la invención novedosa y a la expresión de lo insólito, la poética d e Viscarra Fabre, más heterogénea y completa, ofrece dos caras: una que animada por el espíritu y los afanes de la vanguardia se vuelca en el verso libre, la prosa poética y aun la greguería; la otra, igualmente notable, se vierte en formas tradicionales como el romance y particularmente el soneto." (Eduardo Mitre)

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