Domingo 12 de agosto de 2018
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Cultural El Duende
No hay cárcel para la imaginación
12 ago 2018
En abril de 1849, el escritor ruso Fiodor Dostoyevski (1821-1881) fue encarcelado por formar parte del CÃrculo Intelectual Petrashevski, bajo el cargo de conspirar contra el zar Nicolás I. Cuando lo preparaban para su fusilamiento, su pena fue conmutada por cinco años de trabajos forzados en Siberia. A continuación la carta enviada a su hermano MijaÃl, donde relata los sufrimientos que pasó "silenciado dentro un ataúd".
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A MijaÃl Dostoievski 30 de enero de 1854 Omsk, Siberia
Parece que por fin podré hablar contigo con más soltura y sinceridad. [...]
VivÃamos mal. El presidio militar es más pesado que el civil. Los cuatro años los pasé encerrado, entre cuatro paredes, y solo salÃa para trabajar. El trabajo que me tocaba era pesado, no siempre, por supuesto, pero a veces me quedaba sin fuerzas, en el mal tiempo, la humedad, el fango o, en invierno, en las heladas inclementes. En una ocasión en que pasé cuatro horas realizando un trabajo imprevisto, el mercurio se congeló; debÃa hacer, probablemente, unos 40 grados bajo cero. Se me heló un pie. VivÃamos hacinados, todos juntos en una misma barraca. ImagÃnate un edificio de madera antiguo y en ruinas que desde hace mucho tiempo debió ser derruido y ya no puede seguir sirviendo. En verano el calor es sofocante y en invierno el frÃo insoportable. Los suelos podridos. El piso cubierto por una gruesa capa de mugre, se podÃa resbalar y caer. Los ventanucos se llenaban de escarcha, asà que durante todo el dÃa era casi imposible leer. Los vidrios siempre estaban cubiertos por una gruesa capa de hielo. El techo goteaba, todo era chiflones. VivÃamos como sardinas en un tonel. EncendÃan la estufa con seis leños, y no se sentÃa calor (en el cuarto, el hielo apenas si se derretÃa), y el tufo era insoportable: ahà tienes el invierno. En la barraca misma los presos lavan su ropa y toda la barraca acaba salpicada de agua. No hay espacio para moverse. Desde que cae la noche hasta que amanece no puedes salir a tus necesidades, porque cierran las barracas y en cada vivienda colocan un cubo, y por eso el hedor es insufrible. Todos los presos apestan como puercos y dicen que no pueden no hacer porquerÃas, porque "son hombres vivos". DormÃamos sobre las tarimas desnudas y solo se permitÃa una almohada. Nos cubrÃamos con pellizas cortas y la noche entera los pies estaban desnudos. La noche entera tiritabas. HabÃa pulgas, piojos y cucarachas por montones. En invierno llevábamos unas pellizas, a menudo pésimas, que casi no calientan y en los pies unas botas de caña muy corta: ¡y sal a caminar en el hielo! De comer nos daban pan y sopa de coles que deberÃa haber contenido un cuarto de libra de carne por persona, pero la carne la ponÃan picada y yo nunca la vi. En dÃas de fiesta kasha casi sin mantequilla. Durante el ayuno de Cuaresma, col con agua y prácticamente nada más. Me arruiné el estómago de mala manera y varias veces estuve enfermo. Piensa, ¿acaso se podÃa vivir sin dinero?, y si yo no hubiera tenido dinero, sin duda habrÃa muerto, y nadie, ningún preso habrÃa soportado una vida asÃ. Pero todos hacen alguna cosa, venden y tienen unos kopeks. Yo bebÃa té y a veces comÃa un trozo de carne, y eso me salvaba. No fumar tabaco también era imposible, porque uno se podÃa asfixiar en tanta pestilencia. Todo esto se hacÃa a escondidas. A menudo estuve hospitalizado. A causa de un trastorno nervioso, me apareció la epilepsia, pero los ataques no son frecuentes. También tengo reumatismo en las piernas. Aparte de esto, me siento bastante saludable. Añade a todos estos deleites, la casi imposibilidad de tener un libro y lo que conseguÃas, debÃas leerlo a escondidas, la permanente hostilidad y los pleitos a tu alrededor, los insultos, los gritos, el ruido, el alboroto, siempre vigilado por la escolta, nunca solo y esto cuatro años sin cambios; de verdad, se puede perdonar si dices que se vivÃa mal. Además, siempre amenazante el castigo, y los grilletes y la total opresión del espÃritu. Ahà tienes el cuadro de mi vida cotidiana. Lo que ocurrió con mi alma, mis creencias, mi intelecto y mi corazón en estos cuatro años, no te lo voy a contar. Es largo de relatar. Pero la eterna concentración en mà mismo, adonde huÃa de la amarga realidad, dio sus frutos. [...]