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Domingo 12 de agosto de 2018

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Revista Dominical

Lugar de peregrinación

12 ago 2018

Sin quererlo, Arriaga revela que el lugar era objeto de peregrinación: ´entre los indios hallo aquí uno que había ido en peregrinación más de trescientas leguas visitando las principales huacas y adoratorios del piru, y llego hasta el Mollo Ponco, que es la entrada de Potosí muy famoso entre los indios´" así que Absi lo confirma: "los peregrinos que acudían al mullu Punqu de Potosí venían desde muy lejos".

"Es probable que la relación establecida por los ritos mineros entre la quebrada de San Bartolomé y el Cerro Rico ya existiera desde antes de la colonia. Sabemos por Holguín que la quebrada se llamaba antes Mullupuncu y por el mismo Arriaga que este Mullupuncu había sido en tiempos precoloniales uno de los principales adoratorios de los Andes. En su aceptación prehispánica, el vocablo quechua "Punqu" (puerta) evoca el hecho de que el territorio de las wak´as tenía un acceso, una entrada guardada por oficiantes rituales llamados puncucamayoc, como fue el caso de la wak´a minera de Porco; esa, al igual que el oratorio de la quebrada descrito por Arriaga, funcionaba como oráculo. Es hoy en día admitido que el Cerro Rico de Potosí era una entidad sagrada prehispánica, una wak´a, y el carácter de "Punqu" de la quebrada deja pensar que las prácticas rituales extirpadas por Arriaga le estaban dirigidas. Al igual que para los mitayos descritos por Álvarez, la quebrada de San Bartolomé habría marcado la entrada a la jurisdicción sagrada del Cerro de Potosí y habría sido uno de sus lugares de culto. Las pinturas de caravanas de llamas cargadas de la Cueva del diablo atestan del intenso tráfico que tuvo este corredor en tiempos prehispánicos del cual sabemos además que une Potosí con el cercano centro ceremonial-administrativo Inca del valle de Santa Lucía", señalan Absi y Cruz.

Agregan que "tanto el Cerro Rico como la quebrada y sus cerros eran entonces hitos importantes del espacio sagrado de los Andes prehispánicos. Los mitayos les reunieron con sus itinerarios ritualizados haciendo del Mullu Punqu la primera puerta de la mina y retomando a su cuenta los antiguos cultos a la quebrada desde donde se encomendaban al Cerro, pidiéndole salud, ventura y riqueza".

Por tanto, el culto que se practicaba en la quebrada de La Puerta o Mullu Punqu era anterior a la llegada de los españoles y, según Mario Chacón, era "un culto local autóctono ´desde tiempo inmemorial´; es decir, en la época precolombina, y muy verosímilmente no en el último período de ésta, denominada incaico o quechua, sino en el anterior perteneciente al colla o aymara".

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