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Domingo 12 de agosto de 2018

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Revista Dominical

La quebrada calumniada

12 ago 2018

Por: Juan José Toro Montoya - Presidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP)

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Al margen de su carácter carnavalesco, la festividad de Ch´utillos es una suma de historia y hechos culturales. Un hecho innegable es la existencia de lugares de culto, santuarios o adoratorios donde se realizaba ceremonias vinculadas con esta manifestación cultural.

Uno de esos lugares es la quebrada conocida como La Puerta a la que los españoles le dieron un nombre descalificador, "cueva del diablo".

Pero el diablo llegó a estas tierras muy tarde, precisamente con los españoles, mientras que la historia de La Puerta es muy anterior y está vinculada a la cultura que habitó lo que hoy es Potosí, incluso desde antes de los incas, los qaraqara.

PERSIGUIENDO CULTOS

Entre los varios documentos que prueban la existencia de cultos prehispánicos en el territorio que hoy es Potosí, destacan dos porque pertenecen al principal extirpador de idolatrías del Perú, el jesuita Pablo Joseph de Arriaga.

Una de ellos es el libro cuyo título deja sobrando cualquier justificación al respecto, "Extirpación de la idolatría del Perú", publicado en 1621 y en cuyo primer capítulo Arriaga refiere que el primero que empezó a destruir las creencias y religiosidad de los indios fue Francisco de Ávila, cura de la doctrina de San Damián, en la doctrina de Huarochiri, provincia de Lima. Sobre él dice que "descubrió, y quemó tantas Huacas, halló tantas idolatrías, y tantos ministros de ellas, que con la fama de lo que fe iba haciendo, y remediando, comenzaron a abrir los ojos, y a reparar en lo que antes no reparaban algunos Curas de los pueblos de Indios, inquiriendo, y averiguando sus Idolatrías, y dando aviso de ello a su Señoría Ilustrísima, que les enviaban particulares comisiones para este efecto".

En lo que concierne a Potosí, señala que "entre los demás Indios halló aquí uno, que había ido en peregrinación más de trescientas leguas, visitando las principales Huacas y adoratorios del Perú, y llegó hasta el de Mollo Ponco, que es a la entrada de Potosí, muy famoso entre todos los Indios".

A la luz de ese texto, fue ese dato el que alertó a Arriaga sobre el culto existente en Mullu Punqu, el nombre original de La Puerta y el que determinó la famosa carta que le dirigió al general de su orden, Claudio Aquaviva.

"En la carta del padre José de Arriaga al general de la Orden de los Jesuitas Aquaviva, fechada en Lima el 29 de abril de 1599, se dice que los indios de Potosí adoraban a dos cerros que Egaña identifica con el Cerro de Potosí y con el Huayna Potosí", explicó Teresa Gisbert.

Una transcripción de la carta está en el tomo VI de la "Monumental peruana" compilada por Antonio de Egaña y, en la parte referida a la antigüedad de ese culto dice lo siguiente:

"Una cosa sola diré por haber sido muy pública, y por esta y otras muchas razones de mucha gloria de Nuestro Señor: poco más de dos millas de esta Villa, en el camino real, están dos cerros a que los indios desde tiempo inmemorial han tenido extraña devoción acudiendo a hacer allí sus ofertas y sacrificios y consultando al demonio en sus dudas y recibiendo de él respuestas".

En el pie de página de esta obra, Egaña señala, en efecto, que los dos cerros a los que Arriaga hacía referencia eran el Potosí y el Huayna Potosí, pero se basa en la descripción de Nicolás del Benino, de 1573, y en la anónima de 1603. Su error se debe a su condición de extranjero. Al no estar en el terreno, creyó que los dos cerros ubicados "poco más de dos millas" de Potosí eran el famoso yacimiento de plata y el monte que está junto a él. No tomó en cuenta que el camino real era el que conducía a La Paz.

Quienes vivimos en el terreno sabemos que esos dos cerros corresponden a los de la quebrada que está a unos cuatro kilómetros de Potosí, en el camino hacia Oruro, llamado antiguamente real, donde se encuentra la denominada "Cueva del diablo". Su nombre genérico es La Puerta y así se llama el santuario ubicado cerca de él. A partir de la entronización de la imagen de ese apóstol adquirió otro nombre: quebrada de San Bartolomé. La mención al culto prehispánico aparece también en la "Historia de la Villa Imperial de Potosí", de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela quien detalla que los que lo practicaban eran los indios de Cantumarca:

"El pueblo de Cantumarca (que se interpreta vuestra tierra o vuestra patria como queda dicho), antigua habitación de indios gentiles, estaba como a un cuarto de legua de donde al presente está la Villa. También al pie de la Cuesta Cansada o de Jesús Valle tenían otra población con buenos edificios según mostraban sus ruinas que se veían algunas debajo de tierra". Agrega que "tenían estos naturales en la quebrada que hoy llaman de San Bartolomé (distante de esta Villa una legua) una gran cueva naturalizada en peña viva, donde un día a la semana iban como en procesión a adorar al común enemigo que las más de las veces se les aparecía visible".

En ambos casos se habla del mismo lugar y el mismo culto, aunque tanto el extirpador Arriaga como el cronista Arzáns creen que la divinidad a la que adoraban los indios de Cantumarca era el diablo.

MULLU PUNQU

El nombre original de la quebrada no era La Puerta sino Mullu Punqu o Mulli Punqu y es prematuro hablar sobre su significado. La palabra Punqu significa puerta, en quechua, así que la primera tentación es encontrar su origen en ese idioma. Punqu aparece, con k, simplemente como "puerta" en el diccionario de Jesús Lara, pero se complica encontrar su significado junto a Mullu que, en ese libro, significa "concha marina de color rojo que se ofrendaba a los dioses en el incario". Edgar Mamani, un quechuaparlante que es estudioso de su lengua materna, le dijo al autor de este trabajo que el nombre correcto del lugar, en quechua, sería Mulli Punqu y no Mullu Punqu. Su significado sería "puerta cerca del molle", en alusión a la arboleda que hay en el lugar.

Pascale Absi y Pablo Cruz dicen que el significado de esa voz es "la angostura de Potosí llamada así". Para Thérèse Bouyse-Cassagne, mullu son "menudas cuentas que el peregrino quebraba con sus dedos (y) desempeñaba un papel importante en muchos de los rituales llamados de confesión" así que revelaba el carácter ritual de la quebrada.

Ahora bien, si lo que se busca es aproximarse al origen de la palabra, hay que seguir retrocediendo en el tiempo y, así, se verá que Mullu y Punqu significan lo mismo en aimara, el idioma que se hablaba en lo que hoy es Bolivia antes de la invasión de los incas.

Ya en 1603, Ludovico Bertonio había identificado a Mullu como "piedra o hueso colorado como coral con que hacen gargantillas. Y también usan de él los hechiceros" mientras que Punqu, con "q", aparece como "puerta o entrada".

Gabriel Loza identifica al mullu como uno de los cuatro objetos utilizados por los pueblos prehispánicos para el intercambio de objetos: "se han distinguido cuatro monedas mercancía: el mullu o Spondylus, la chaquira, el ají y la coca". El mullu, entonces, era la caracola o caracol marino, moluscos gasterópodos que sólo podían encontrarse en las costas. El Spondylus, al que identifica Loza, "es un género de moluscos bivalvos de la familia Spondyliade. Como procedían de las profundidades marinas, eran consideradas ´hijas del mar´" así que tenían carácter sagrado.

Marco Antonio Flores señala que mullu "son pequeñas conchas marinas" que forman parte de los elementos animales de las mesas rituales de la qwa o khoa. Este autor también apunta que "Mullo Punko (es), un lugar sagrado" y transcribe a John V. Murra con esta descripción:

"El Mullu es una piedra blanquecina o grisácea que se talla con facilidad, con el Mullu se efectúan talismanes de usos diversos. Buena parte de las illas confeccionadas para proteger e incrementar el ganado están fabricadas con este material. El Mullu se encontraba en las mesas y preparados antiguos en forma de animalitos tallados o desmenuzado a manera de la sal del plato. El Mullu, era un elemento presente en las ofrendas a fuentes o ídolos, y aquellos rituales relacionados con el agua".

Por tanto, Mullu Punqu, hoy llamado "la cueva del diablo", era, y es, un lugar vinculado con el Cerro Rico de Potosí, tanto que se lo considera la puerta hacia la legendaria montaña y aún hoy en día se cree que quien ingrese por la cueva que existe en la quebrada podrá llegar, avanzando bajo tierra, hasta las minas del Sumaj Urqu.

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