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Domingo 12 de agosto de 2018

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Revista Dominical

Economía de bolsillo

Economía y sistemas económicos (Parte 3)

12 ago 2018

Por: Joshua Bellott Sáenz M. Sc.

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Es importante iniciar el último artículo de esta serie acerca de los sistemas económicos, apuntando tres constataciones que se derivan de los dos anteriores.

El Capitalismo es un modo de producción, que se originó como respuesta a una necesidad de las sociedades respecto a su alimentación y suministro de bienes y servicios como sustento para la vida, en vista de un acelerado crecimiento demográfico, especialización del trabajo y lucha de clases (esto último, según Marx).

En este entendido, podemos clasificar al mundo capitalista, en sistemas económicos de mercado (capitalismo de mercado), sistemas de planificación central (socialismo), o un sistema mixto que incluso puede denominarse como socialismo de mercado.

Como tercera constatación, afirmamos que, pese a que gran parte del mundo vive en un sistema de mercado, la discusión acerca de qué modelo o sistema económico debe aplicarse, es siempre una temática acalorada y sin fin. En general, las decisiones incluyen problemas como, en qué grado debe intervenir el Estado en la economía, entre otras cosas.

En el presente artículo desarrollaremos brevemente la crítica marxista al capitalismo de mercado. Es importante puntualizar que las ideas marxistas son de carácter sociológico y no económico, ya que Marx estudió el proceso de cambio social bajo la premisa de que la existencia social determina la conciencia de los hombres, y no al revés. �sta, entre otras, es una diferencia marcada respecto a la ciencia económica, que parte del estudio del comportamiento humano individual.

Entrando ya en la temática, Marx empleó generalmente el término crisis, sobre todo para referirse a las crisis comerciales y económicas que interrumpían la producción y el proceso de acumulación de capital; y tomaban la forma de: acumulación de bienes que no podían venderse en forma redituable, múltiples bancarrotas, pánicos financieros, interrupciones de la producción, y desocupación creciente. Pero Marx también se refirió a las crisis periódicas del ciclo que sigue en su desarrollo la economía capitalista. Esta crisis no es simplemente económica, también es política y social (Gamble y Walton, 1985; p. 10).

El fundamento de la crisis periódica radica en la contradicción acerca de que la producción de todos los bienes se ha convertido en un fenómeno social; se ha socializado, mientras que, de otro lado, la propiedad de los medios de producción y la producción, es privada. En este sentido, el resultado de la lucha por el mercado hace que se produzcan las mercancías desordenadamente, lo cual conduce al fenómeno de la sobreproducción. La crisis enfrenta a los trabajadores que soportan la explotación y la desocupación, con los capitalistas que se apropian indebidamente de la plusvalía.

Según Paul Sweezy, se puede distinguir dos tipos de crisis: La primera está referida a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y la segunda a la crisis de realización de las mercancías.

En este sentido, debido a la competencia y a la tendencia intrínseca del capital, las empresas se vuelven más productivas (aumenta la productividad del trabajo gracias a la tecnología), con menor costo respecto a la media y obteniendo ganancias extraordinarias, por lo tanto, ofertando a un menor precio sus productos respecto al mercado. Dado que los salarios reales se mantienen constantes, entonces una mayor parte del trabajo se convierte en ganancia, por lo que aumenta la tasa de explotación del trabajo. Con el tiempo, otras empresas adquieren igual o mejor tecnología, y las empresas más productivas pierden su ventaja diferencial, y, por lo tanto, la ganancia extraordinaria se extingue. Ahora la composición orgánica de capital mueve cada vez, más trabajo muerto y menos trabajo vivo, lo que genera desempleo, manteniendo así el llamado "Ejército Industrial de Reserva", necesario para mantener la explotación y por lo tanto la ganancia. O sea, que podríamos afirmar que el capitalismo requiere desempleados para su reproducción. Este hecho también puede generar una crisis de subconsumo, no en el sentido de que la demanda sea insuficiente para comprar todas las mercaderías, sino sólo algunas, incluida la ganancia extraordinaria (crisis de realización).

La tasa de ganancia es la relación entre el plusvalor total y el capital constante y variable; y como el plusvalor sólo surge del trabajo vivo y éste disminuye a medida que aumenta la composición orgánica del capital, entonces la tasa de ganancia disminuye (aumenta más el denominador que el numerador). Es claro que si esa es la tendencia y las ganancias disminuyen linealmente, se cerrarían empresas y habría desempleo. Sin embargo, si los capitalistas compensan esta pérdida aumentando el volumen de producto, puede llegarse también a una crisis de sobreproducción.

Si hay una crisis de sobreproducción, el mercado se satura, entonces, los precios caen y se desvaloriza el capital, se rematan empresas, caen acciones, etc. Este hecho reactiva la ganancia. Por lo tanto, se dice que la crisis es intrínseca al sistema económico.

Por último, la crisis de inflación, es entendida como un aumento de precios que no se corresponde a un aumento del valor. Los productos en el mercado tienen un valor que resulta de los tiempos medios de trabajo utilizados para su producción. El precio, es la expresión dineraria de ese valor.

Esta crisis de inflación se da cuando se introduce el papel moneda, considerando que la "inflación es esencialmente un fenómeno monetario". El desorden se genera cuando la expresión dineraria no guarda relación con el tiempo de trabajo invertido en la extracción o fabricación del bien, o sea, básicamente cuando se emite dinero sin ningún respaldo.

Se debe aclarar que la crítica de la Escuela Marxista al Sistema de Mercado desde la sociología, es un intento por explorar las causas de las crisis vividas en la historia, y que, sin duda, corresponden a un momento histórico que puede haber quedado en el pasado. Primero porque la sociedad es cambiante en el tiempo, y segundo porque simplemente estaba equivocada. Aunque debemos reconocer que sus argumentos son poderosos, y por eso pervivieron en el tiempo. Como un solo ejemplo de esto, mencionamos que la tradición marxista al reconocer sólo valor en las cosas de acuerdo al esfuerzo de los trabajadores (trabajo social invertido), no reconoce valor en el medio ambiente, cuestión ya estudiada y reconocida en las últimas décadas por la teoría económica.

La teoría económica actual, sin embargo, tiene algunos consensos que deben ser mencionados.

El mercado es el mejor sistema que asegura la coordinación de la actividad económica y producción de bienes y servicios de manera eficiente. Se debe dejar esta tarea a los mercados, siempre y cuando sean mercados completos (haya precio del producto y los derechos de propiedad estén bien establecidos), y tiendan a una competencia perfecta (muchos productores y consumidores). En casos en los cuales no se cumplan estos requisitos, el papel del Estado es sumamente importante, como regulador de la economía (mejorar distribución de los ingresos, para evitar que crezca exageradamente la brecha entre pobres y ricos, así como el cumplimiento de leyes asegurando los derechos naturales de las personas), y produciendo bienes públicos o cuasi públicos.

Además, debe quedar claro que el sistema de mercado, asegura de alguna forma los derechos de las personas y la vida en democracia, ya que lo contrario es impensable en este momento histórico.

Por último, es importante enfatizar el papel de la empresa privada, especialmente de la pequeña y micro, en el contexto boliviano. Sólo la empresa puede asegurar la sostenibilidad de la economía, el empleo y el desarrollo de un país de acuerdo a la fuerza y al incentivo de las instituciones del Estado. Tomemos en cuenta, que en países como China (dato publicado por Ronald Nostas), el sector privado representa el 60% del PIB y el 50% de los ingresos fiscales, además de generar el 80% de los nuevos empleos. ¿Y cómo estamos en Bolivia?, ¿en qué dirección vamos?

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