Un año más de la Carrera Ciencias de la Comunicación Social de la UTO
29 jun 2010
Por: Jorge Alberto Condori Crespo
Se cumple un año más en la existencia de la Carrera Ciencias de la Comunicación Social de la Universidad Técnica de Oruro, y el tiempo es tan corto a veces, pasa como si un instante se tornara un soplido suave en el espacio. Pero en el transcurso de ese tiempo, desde los primeros gestores de la Carrera (no voy a nombrar a ninguno, para no caer en errores de omisión) hasta los actuales protagonistas, esta Carrera ha sopesado momentos de éxitos y fracasos, de luces y de sombras, tanto académica como políticamente hablando, porque, es cierto, en las universidades se hace política y mucha.
En tal sentido, sin responder dónde y cuándo han surgido las luces y las sombras, pues el espíritu de este artículo no es para ello, el hecho es que, acaso debemos repetir, ¡señores!, la comunicación no es necesariamente, Radio, Televisión o Periodismo escrito; la comunicación, como dice, el español semiótico Desiderio Blanco, es una cuestión humana, plena e inmanentemente axial a la sociedad (es un elan, diría el poeta).
En esa vena, la comunicación es un horizonte humano que no se analoga en nada con un todo absoluto, quiero decir, un comunicador no es para nada parecido a un sabelotodo trascendental (el comunicador no visibiliza todo para aplicarse en todo, por ello mismo, es tiempo de llamarlo comunicólogo, como sería su estatuto; un profesional de la comunicación humana), pero tal no es todo, pues el comunicólogo no tiene nada parecido con el comunicador; comunicador es todo ser humano, desde el ciudadano normal hasta el más poderoso de ellos. Todos, en alguna medida, comunicamos algo significativamente. En cambio, el comunicólogo, es aquel profesional que está al servicio de la comunicación humana como fenómeno estructurador, pues a ese cometido se dedica, ayuda a estructurar una mejor sociedad basada en el simple principio de la “comunis” (poner en común).
Para ello es que existe la Carrera Ciencias de la Comunicación Social, para preparar a comunicólogos que hagan frente a este poner en común. Lamentablemente, no muchos lo entienden así y, a veces, hasta el mismo contexto estudiantil tiene un equivocado concepto de la propia Comunicación. Incluso en nuestro tiempo.
Bajo el manto protector conceptual antes mencionado, se puede decir que han pasado más de 20 años de existencia, y nuestros comunicólogos no han pasado de ser eficientes comunicadores (la crítica diría que ni buenos comunicadores son); estos comunicadores han dejando de lado la comunicología. Un estudioso de la comunicación como el mexicano Jesús Galindo, fiel defensor de la Comunicología, nos arengaría a sostener y argumentar por los nuevos tiempos del comunicólogo y a enterrar y defenestrar los viejos tiempos del comunicador.
En esa vena, haciendo un poco de retrospectiva, no ha pasado mucho tiempo desde la primera promoción de egresados de la Carrera, esa generación que buscaba no sólo la profesión como tal sino entender el fenómeno comunicativo en sí. De ella, a las posteriores generaciones, han surgido etapas que me gustaría nombrarlas no dejando de implicarlas en sus tiempos contextuales.
Así, la etapa fundadora asume como premisa el entendimiento de la comunicación como ese horizonte humano, que no implicaba necesariamente a la comunicación como sinónimo de medios de comunicación (una etapa comprometida y, pese a las carencias, riquísima); en cambio, la etapa que llamo periodística, traspasa la frontera del horizonte humano para ingresar en preocupaciones mediales pragmáticas (en el mal sentido del término, en ese sentido del pragmatismo que repudia Peirce) con énfasis en el sentido del comunicador que antes hemos criticado (producto de esta preocupación, hoy contamos con muchos de ellos ejerciendo el periodismo en nuestra ciudad); pero la etapa más crítica se encuentra signada por el reencuentro con el horizonte humano que comprende desajustes a la preocupación por los medios y distancias cortas con la cultura y la sociedad, de esta etapa, es la generación que intenta enfatizar su participación en instituciones que casi nada tienen que ver con los medios de comunicación en sí; generación difícil, pues no pudieron ser ajenos a los cambios que se generaron en el contexto nacional e internacional (la globalización, la crisis de la modernidad y otros); y, finalmente, la etapa de la indiferencia al horizonte comunicativo humano, a ese poner en común y, contradictoriamente, etapa de voluntades y representaciones, simultáneamente, como diría el filósofo Schopenhauer, donde el interés radica en los haceres técnicos mediales, esta etapa, comprende a una generación indiferente con su Carrera, veloz en la obtención de sus títulos, seguro que eficientes y voluntariosos en el trabajo (aún cuando sean criticados por su mala preparación humana conceptual).
Es el tiempo que estamos viviendo, tiempo de facilidades, ligerezas y velocidades que, como diría Paul Virilio, son imparables. Esta es la etapa más oscura que le toca vivir a la Carrera Ciencia de la Comunicación Social, los indicios han dado cuenta que las preocupaciones académicas han cedido a las preocupaciones políticas (diría más bien politicastras).
La especie de factoría en la que a veces se convierten las carreras de Comunicación, es por la aquiescencia de los estudiantes de nuestro tiempo, tiempos oscuros, tiempos de máscaras que representan la indiferencia como horizonte filosófico y las voluntades como pseudo capacidades indiscutibles. Desde esta óptica, no es posible vislumbrar esperanzas de luz para perfilar una Carrera que genere comunicólogos comprometidos con su horizonte humano; el poner en común.
(*) Miembro del Grupo Académico “El Espartaco”
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