Reflexionando sobre el concepto y la naturaleza del genocidio y la masacre
29 jun 2010
Por: Adhemar Avalos Ortiz
Los hechos pasados y cercanamente actuales de la historia de Bolivia, la escrita con signo de interrogación y con entonación en la tragedia, nos revelan más misterios que verdades, más cosas ocultas que certezas. Y en la confrontación del concepto y la realidad viviente se chocan cosas ciertas y mentiras que, de muchos modos, trascienden espacios antropológicos y líneas ideológicas que descansan en el infinito avatar del hombre por acercarse, solamente eso, a su destino universal.
La confrontación de dos grupos, contrarios al extremo, al menos en lo visible socialmente, pero digitada su resolución de manera política, el 11 de septiembre de 2008, llevó, condujó y arrastró al debate tres conceptos parecidos pero no iguales: genocidio, masacre y enfrentamiento fratricida. Y los que no conocen, de lejos, la teoría política, confunden los términos de su inserción en la raigambre social, en el espíritu del ciudadano, y habría que practicar alguna vez los términos de la repartición del poder para no equivocarse aunque se ganen votos de gente deslucida en su ignorancia fatal.
Muy simplemente, basta con remitirse al Diccionario Enciclopédico de Editorial Santillana del año 2000, publicado en Lima-Perú: “Genocidio es la matanza sistemática de los individuos de un grupo social por motivos raciales, políticos, sociales o económicos. Es la exterminación o exterminio”. Y, a su vez, el concepto de masacre, en el mismo compendio se refiere a “matanza colectiva por lo general de personas indefensas”.
Si remitimos los hechos de Pando 2008 a estos términos o expresiones de lucidez teórica, no existen elementos de juicio que se puedan sustentar transparentemente, en términos políticos y jurídicos, el juicio oral contra Leopoldo Fernández y sus colaboradores. El caudillo de esa región norteña de la Patria, el más débil de los prefectos o gobernadores de la oposición, la persona que pudo haber huido del país, como tantos otros, se enfrenta a su destino con hidalguía y en ello radica su mérito. Defiende su verdad, la que no carece de legitimidad.
En esa fecha aciaga del 2008, no se debe, sin caer en arbitrariedades conceptuales, en el término riguroso de la ciencia, hablar alegremente de “matanza sistemática” como la ocurrida durante la II Guerra Mundial donde grupos numerosos de judíos y comunistas, cuya eliminación física en campos de concentración y de batalla, además de los escenarios del traspatio, aunque diferentes en el método de eliminación, alcanzan a la cifra de 10 a 12 millones de víctimas. Hitler, ayudado por sus colaboradores como Goebbels y Himler, entre otros, protagonizó una acción absolutamente criminal, diseñó y operativizó un sistema bárbaro de eliminación de seres humanos que se diferenciaban por su apego a la solidaridad y consecuencia principistas. El crimen nazi reúne todas las características del concepto de genocidio en todas sus variables.
En cambio, lo de Pando no cubre ni siquiera mínimamente las cualidades de genocidio, ni siquiera de masacre. Los primeros muertos fueron (2) de la Prefectura y la proporción de fuerzas se estancó en 5 a 1 (por cada un prefectural hubo 5 campesinos u originarios). Y ahí estuvo la presencia de pésimos estudiantes normalistas del Occidente que tuvieron que emigrar al Norte para aprobar materias que hubieran sido imposibles en los institutos de La Paz, Oruro y Potosí.
No obstante, todo el aparato judicial, expropiado por el Movimiento al Socialismo, que de movimiento tiene mucho, pero de socialista solamente el discurso fácil, arremete contra la legalidad y la justicia, tergiversando conceptos y haciendo abstracción de la verdad. Solamente cuando el totalitarismo se rompa o diluya en los tozudos hechos, encontraremos racionalmente la verdad de un encuentro trágico que debe ser analizado y juzgado por hombres de justicia, agentes de la verdad, probos y rectos, diferentes radicalmente de los actuales que están profundamente reñidos con los derechos humanos y la democracia, aún cuando sea en su peor versión.
(*) Politólogo
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