Miercoles 08 de agosto de 2018
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Antes de correr la pluma, me he preguntado: ¿desahogaré en esta nota irreverente la indignación contenida o se morigerará la nostalgia que motiva la ausencia? Tal vez - inevitablemente - ambas cosas. Ello es que uno no puede quedar callado. El silencio se parece a la traición; la pasividad, a una derrota. Mientras ellos descargan su artillería retórica, otros engrosan las filas de donde salen los gritos "Bolivia dijo NO", en defensa de la verdad y la democracia.
Una decisión con mejor sentido, sentido histórico y tradicional, para rendir homenaje a Bolivia, era la Casa de la Libertad en Sucre. ¿Qué extraños motivos lo inclinaron al jefazo para ir precisamente a Potosí? ¿Por bajo las aguas qué turbión oscuro corre? Una cosa dicen las expresiones verbales y otra el lenguaje de las realidades objetivas; los hechos también hablan; tienen su propio lenguaje.
En lo político las cosas no están bien. Ese tiempo de no necesitar cantidad de uniformados en las calles ha pasado. Ahora es otro. En Potosí, la población urbana deseaba no verlos, menos escucharlos. Hay razones muy fuertes para ello. Las ofensas inferidas no pasan pronto; las humillaciones abren heridas por dentro. Como se recordará, tras las marchas y la prolongada permanencia en La Paz, doblaron el camino de retorno sin haber conseguido nada, ni siquiera una entrevista con el Mandatario.
