Hace unos dÃas estuve en Santa Cruz de la Sierra participando en un evento en el que se analizaron varias de las cuestiones más trascendentales de ese campo del saber humano que hasta hace poco era considerado indiscutiblemente como ciencia: la economÃa. La verdad es que yo siempre tuve mis dudas acerca de su cualidad cientÃfica, más incluso porque sabÃa que la madre de los estudios sociales no podÃa tener un atributo irrefutable dado que nada que se relacione con la sociedad -y, por consiguiente, con su voluble cualidad espiritual- puede ser llamado ciencia. A pesar de que uno de sus pilares son los números (y de que las matemáticas constituyen la ciencia más incontrovertible que existe), la economÃa no puede llegar a ser cientÃfica. Con ella pasa algo similar que lo que sucede con la psicologÃa: sus cultivadores se empecinan en atribuir a su campo de conocimiento o a su oficio el carácter de cientÃfico, hasta que aparece un economista o un psicólogo sensato que levanta su voz para decir las cosas como son en realidad.
A la filosofÃa le pasa algo particular: está entre el arte y la ciencia; la economÃa pasa por un trance parecido, situándose entre la certeza y la duda.
(*) Licenciado en Ciencias PolÃticas
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