Volver a casa, una idea que vacila en la mente de los desplazados en Colombia
05 ago 2018
Fuente: Chengue (Colombia), 4 (EFE)
Por: Olmedo Altamirano
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"Ã?ramos como una república independiente", asà recuerda Julia Meriño el pueblo de Chengue, escenario de una masacre paramilitar de 28 campesinos que marcó la vida de esta aldea situada en los Montes de MarÃa, donde el calor del conflicto colombiano fue más duro que el sol caribeño que la baña.
Su economÃa giraba en torno al aguacate, una agricultura básica de subsistencia nutrida por el arroz, la yuca, el ñame y el plátano; aves de corral, animales de establo y reses.
Esto componÃa una vida que no reclamaba mayor ayuda del casco urbano, Ovejas, un municipio del departamento caribeño de Sucre a unos 45 minutos por un sendero casi intransitable.
Sin embargo, esta "armonÃa" relata Meriño, actual lÃder social y madre comunitaria, se vio interrumpida en el último decenio del siglo XX, cuando pasaron de la libertad al confinamiento.
La matanza que ocurrió ahà parece haber sido escrita por Gabriel GarcÃa Márquez, o como describe Meriño: "Chengue es una crónica de una muerte anunciada".
El 14 de octubre de 2000 un grupo de las AUC bajo el mando de Rodrigo Mercado Pelufo, alias "Cadena", asaltó la aldea de Macayepo donde asesinaron a 12 campesinos y propagaron panfletos en los pueblos aledaños, incluido Chengue, acusándolos de ser guerrilleros y amenazándolos de muerte.
Una falacia, como explica Meriño, ya que el pueblo "era un corredor que no podÃa impedir" el paso de las FARC que, de vez en cuando, les compraban alimentos antes de proseguir camino.
Ante las amenazas, los lÃderes de la comunidad enviaron cartas a las autoridades estatales que alertaban del riesgo inminente, pero "nadie movió un dedo".
La madrugada del 13 de enero de 2001, "Cadena" dio la orden a Shirly Luna DÃaz, conocida como "Beatriz", de atacar Chengue con la instrucción de acabar con todos los hombres.
En un acto al estilo de CalÃgula, fueron ejecutadas las vÃctimas a golpes de machete y cuchillo. TodavÃa hoy los sobrevivientes están convencidos de la complicidad de la InfanterÃa de Marina colombiana.
La gente, huyendo de las llamas que consumÃan el pueblo, buscó refugio en Ovejas y otros escaparon a las demás regiones del paÃs.
En 2012, el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos anunció el inicio de los diálogos de paz con las FARC, un proceso que se convirtió en una "realidad" para ella, agrega Meriño.
Pese a haber sufrido a las AUC en 2001 y a ver cómo las FARC asesinaban en 2003 a su esposo, la mujer nunca dudó en apoyarlo.
Las negociaciones concluyeron con un acuerdo de paz firmado el 24 de noviembre de 2016 y que incluye en su primer punto una reforma rural.
AsÃ, el pasado 31 de julio la Agencia Nacional de Tierras (ANT), creada en el marco del acuerdo, entregó 23 tÃtulos de propiedad a mujeres sobrevivientes de Chengue y dos terrenos baldÃos a la alcaldÃa de Ovejas para inversión, lo que deja a los vecinos entre la incertidumbre y el escepticismo.
Jairo Barreto, sobreviviente y representante legal de Chengue, explica que la gran dificultad que han tenido para volver a su pueblo ha sido la falta de casas.
Por el contrario, Meriño, a pesar de la nostalgia que invade los recuerdos de su niñez, siente incertidumbre por el devenir de su pueblo.
Aunque quiera volver, los fantasmas del horror de aquel 13 de enero siguen presentes: "Todo el mundo habla de lo que pasó, pero nadie habla de las secuelas", agrega.
El retorno implica para los vecinos mejoras en la infraestructura, ya que en Chengue no tienen siquiera sistemas de saneamiento.
Colombia atraviesa actualmente una vorágine de violencia. La DefensorÃa del Pueblo reveló que desde la firma del acuerdo hasta el pasado 30 de junio al menos 311 lÃderes sociales fueron asesinados y la cifra va en aumento.
La polvareda que arrastran esas balas lleva hasta los vecinos de Chengue ecos lejanos de guerra que alimentan sus peores pesadillas y multiplican la incertidumbre sobre su futuro.
Fuente: Chengue (Colombia), 4 (EFE)
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