«Las cinco llagas de la Iglesia» es el famoso texto de Antonio Rosmini, libro que, aunque perfectamente ortodoxo fue condenado porque realizaba una dura crÃtica contra diversos abusos y prácticas escandalosas en la Iglesia, condena revocada en 2001.
Cada llaga era uno de estos grandes abusos y Rosmini los fustigaba sin piedad. El Padre Leonardo Castellani afirmó que «las quejas de Rosmini tienen más valor hoy dÃa que nunca».
La llaga de la mano izquierda, está constituida por la disgregación del clero y del pueblo, y del clero entre sÃ, que mana sangre en el Cuerpo MÃstico de Cristo, sangre negra y hedionda: «el culto sublime de la Iglesia de Dios está constituido por una conjunción del clero y del pueblo; para eso existe el clero». La parroquia ya no es una «familia» espiritual, como lo fue antes sino una «clientela». Los fieles, la mayorÃa, no ven al párroco sino para los bautismos y matrimonios, que se vuelven asÃ, meras «ceremonias mágicas pagas»: asà lo nota Rosmini. De algo tiene que vivir el cura y la curia, por descontado. El cura entrega los «sacramentos», o «misterios» a ciegas: se supone que la gente tiene concienciaÂ?; pero ¿cómo la va a tener si nadie le enseña a tenerla? El clero se ha vuelto una casta.
Segunda llaga: clero ignorante. En la primitiva Iglesia de los fieles más instruidos se sacaban los sacerdotes: los gritos de la multitud elevaban al sacerdocio y al episcopado a un simple laico (incluso a un catecúmeno como San AgustÃn) y a los pocos dÃas se revelaba un obispo consumadoÂ? Asà fueron hechos San Ambrosio, San Alejandro, San MartÃn, San Pedro Crisólogo y tantos otros. Tales fieles tales obispos.
«"La crisis de la Iglesia es una crisis de obispos", ha dicho el cardenal Seper. De los cuatro mil obispos de la Iglesia Católica, hay ciertamente quienes quieren ser católicos y servir a la fe, pero en la mayor parte de ellos, la fe es mal entendida. En lugar de defenderla, dejan hacer a los sacerdotes y profesores que niegan una o varias verdades de fe; o hasta los apoyan. Muchos de los obispos sostienen abiertamente posiciones que son incompatibles con la fe y la moral católicas» (Catecismo de la crisis en la Iglesia, P. Matthias Gaudron).
La tercera, la «llaga del costado»: constituida por «la desunión de los obispos» por el ansia de los intereses temporales, por envidias, rencores. Los males que resurten de ahà son enormes. Ergo, el clero se convierte de «carismático» en «funcional» cada vez más. El sacerdote deja de ser el «homo religiosus», es decir, el hombre que tiene «más intuición de los valores sacros» y más pasión por la fe, para convertirse en un «profesional de la religión»; y les va mejor a los que son más «profesionales», es decir, autómatas. Los que tienen más «espÃritu», o tienen «carismas», lo pagan caro.
Cuarta llaga: «la injerencia polÃtica en el nombramiento de obispos». Aunque el Papa tuviera libertad total para elegir o no los nombres que le proponen, su elección humanamente hablando es a ciegas o poco menos: el EspÃritu Santo no hace milagros inútiles. Hay lobbies que manejan el nombramiento de prelados.
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